RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

sábado, 31 de octubre de 2015

Los desafíos de la comunidad LGBT en Cuba


El doctor Guerra en una charla celebrada en Chicago (EEUU) la pasada semana. Foto: V.B.



Otramérica


El tema ha sido tabú durante décadas pero al fin la revolución cubana comenzó a dar pasos decididos para garantizar los derechos de la comunidad LGTB. El doctor Alberto Roque Guerra es investigador del CENESEX y nos ayuda a entender la realidad de las personas LGTB en la Cuba actual pero con perspectiva histórica.
Cuba ha estado en la vanguardia de América Latina en años recientes en temas relacionados a lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (LGBT) -aunque no siempre ha sido así- al crear el Centro Nacional de Educación Sexual (o CENESEX) en 1989, institución pública cubana dedicada a la educación e investigación sobre la sexualidad humana y que actualmente lidera Mariela Castro, hija de Raúl Castro, presidente cubano. A partir de la creación del CENESEX la sociedad cubana se ha ido educando en temas de sexualidad y ha comenzado a reconsiderar su actitud hacia la homosexualidad. Como ejemplo, hoy en día en Cuba las operaciones de cambio de sexo están incluidas en los servicios públicos de salud y se realizan de manera gratuita. Además, las parejas homosexuales ya son incluidas en telenovelas cubanas como Aquí estamos.
Alberto Roque Guerra, doctor en medicina, profesor e investigador de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana y además, educador de derechos humanos, activista LGBT y miembro de la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad (o SOCUMES) conoce bien la evolución de los derechos LGBT en Cuba a partir del triunfo de la Revolución Cubana en 1959 hasta hoy día. También nos acerca a algunas de las expresiones sociales y artísticas recientes que han marcado cambios importantes en el pensamiento colectivo.
Cuando triunfa la Revolución Cubana en 1959 había mucha discriminación e incluso persecución a los homosexuales, ¿por qué? ¿a qué se debía?
Las causas fueron múltiples, entre ellas puedo decirte que había mucha ignorancia en relación a la sexualidad, muy baja educación sexual o casi inexistente. El país tenía una alta tasa de analfabetismo cuando triunfó la revolución. La homosexualidad era considerada un trastorno mental. Se mantuvo más la cuestión patriarcal y machista que es parte de nuestra historia en la formación de la nación cubana.
¿Cómo fueron evolucionando los derechos LGBT en Cuba hasta hoy día?
La situación no fue mucho mejor a principios de los setenta. Ya a finales de los setenta la educación sexual en Cuba se institucionalizó y además, se atendió a la primera persona transexual en esa época. También fueron avanzando los derechos reproductivos de las mujeres heterosexuales. En los ochenta fue el éxodo del Mariel y la crisis migratoria entre ambos países, o sea Cuba y Estados Unidos. Muchos homosexuales aprovecharon la oportunidad de esta crisis a través de la Embajada del Perú y abandonaron a través del Puerto de Mariel el país hacia los Estados Unidos. Otros fueron presionados para hacer lo mismo. Algunos aceptaron, otros se quedaron. También apareció el Sida, que fue inicialmente una epidemia heterosexual pero después se convirtió en una epidemia transmitida fundamentalmente por hombres que tienen sexo con otros hombres.
Los noventa fueron años de más tolerancia para sexualidades y cuerpos que no cumplen con la norma heterosexual puesto que el país cayó en una profunda crisis económica (lo que se conoce como el Período Especial - que fue una profunda crisis económica luego de la caída de la Unión Soviética y el campo socialista). Prácticamente se deprimió todo, la producción, el transporte, no había comida y se fue más tolerante con determinadas expresiones de la sexualidad, digamos para aquel entonces, alternativas, diferentes a la norma heterosexual.
En los años dos mil ya la situación fue mejorando paulatinamente. Coincidió con que la homosexualidad fue despenalizada totalmente en el 1997. Había mayor educación sexual, el CENESEX ya se había constituido como un centro del Ministerio de Salud Pública. El pueblo cubano se abrió mucho a las perspectivas internacionales que iban ocurriendo, sobre todo después de la década de los años noventa. Y bueno, la situación hoy día es de mucho más tolerancia en el sentido estricto de la tolerancia de un debate incipiente sobre estos temas fundamentalmente. Se están formando líderes informales en relación a la defensa de los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales y trans.
Entre estos líderes figura Adela Hernández, elegida por sus vecinos del poblado pesquero de Caibarién en la provincia de Villa Clara como delegada de Asambleas Municipales del Poder Popular y la primera transexual que ocupa un cargo político en la historia de Cuba. ¿Qué representa Adela para la comunidad transexual en Cuba y el resto del mundo?
Adela es una persona trans femenina, por lo menos en la expresión de género, aunque ella no se siente así. Se expresa como una mujer. Es un hombre biológico nominada por un miembro del Partido Comunista y elegida por la mayoría de sus vecinos de esa pequeña localidad. Es una lideresa importante, respetada. Es públicamente una persona trans. Trabaja en un policlínico como técnica de electrocardiografía con ropa femenina. No es rechazada por su comunidad y fue reelecta en las elecciones que tuvieron lugar hace poco tiempo. Un ejemplo de ejercicio de ciudadanía y participación política de una persona trans que no tenía antecedentes en la historia de la nación.
¿Qué papel han jugado las artes en la evolución de los derechos LGBT en Cuba?
Las artes se adelantan a los cambios sociales y culturales, ponen sobre la mesa debates y aspectos de la realidad que no están cubiertos de manera oficial o en el mainstream mediático, como es por ejemplo, la televisión. Y sin duda, hay muchos ejemplos tanto en la literatura que la tradición viene incluso desde la república burguesa que se ha mantenido en tiempos de Revolución. A pesar de que se fue injusto con muchos escritores como Reinaldo Arenas, como Severo Sarduí, y muchos otros escritores que sufrieron discriminación en Cuba, otros han seguido produciendo dentro y fuera, y han tenido un papel importante en ver otra perspectiva sobre el cuerpo y las sexualidades.
El teatro ha sido muy vanguardista. El cine, no tanto, en eso ha habido altibajos. Creo que la mejor producción cinematográfica en Cuba en relación a estos temas está ocurriendo en los últimos cinco a diez años, donde se ha puesto sobre la mesa cuestiones que han permanecido negadas, olvidadas y ocultas. Por ejemplo, CamioneroElla trabajaFábula, Vestido de novia - una excelente película, con mucho éxito de taquilla en Cuba, es una película que es una crítica abierta al poder patriarcal y a mi entender pro-queer o al menos feminista, un feminismo queer muy comprometido de su directora que respeto mucho. En fin, hay una lista larga de filmes que han reflejado esa realidad.
¿A qué desafíos se enfrenta Cuba en relación a los derechos LGBT?
A muchos. Eso sería interminable pero por lo menos, los más importantes a mi entender son: modificaciones legales que garanticen más derechos con necesidades específicas de personas lesbianas, gays, bisexuales y trans, mejorar las iniciativas educativas tanto a nivel gubernamental como en espacios no gubernamentales que promuevan un cambio cultural en relación a estos temas. Interconectar las luchas contra la homofobia, la misoginia y la discriminación racial, por estatus económico, por lugar de residencia, por género. De manera general, esos son cambios que para mi son importantes como cuestiones básicas en los desafíos que tenemos.
En ese ámbito de cosas tenemos que modificar el tema educativo, tanto en la manera que se enseña sexualidad y género de forma profunda, radical y revolucionaria, de acuerdo a las investigaciones científicas que ya llevan publicadas décadas a nivel internacional. Nosotros seguimos con un enfoque parcializado, biologicista y positivista sobre la sexualidad. Se requiere un enfoque interdisciplinal, holístico, integral en relación a estos temas y verlo como una cuestión de ciudadanía y justicia social en cualquier ámbito que se produzca.
Fuente: http://otramerica.com/personajes/los-desafios-la-comunidad-lgbt-cuba/3378

Un estudio atribuye la modulación de la testosterona a las normas sociales

La investigación muestra que la competitividad y la exhibición de poder aumentan los niveles de esta hormona, lo que explicaría, junto a los factores hereditarios, que sean más altos en los varones.

Un estudio atribuye la modulación de la testosterona a las normas socialesLa testosterona ha sido considerada una hormona eminentemente masculina, cuya presencia estaba determinada por factores innatos. Sin embargo, un estudidio, liderado por Universidad de Michigan, Estados Unidos, indica que la influencia cultural que ha llevado tradicionalmente al sexo masculino al ejercicio del poder y ha relegado al femenino a un segundo plano ha podido influir en la existencia de niveles de testosterona más altos en los hombres.
El trabajo, publicado en la revista PNAS, examina cómo los niveles de testosterona cambian en comportamientos asociados tradicionalmente con el sexo masculino, como la competición y el ejercicio del poder. Para ello, el equipo científico, dirigido por Sari M. van Anders, analizó el nivel hormonal de 41 participantes –que además eran actores profesionales– antes y después de realizar un monólogo que representaba una interacción laboral en la que se realizaba una ostentación de poder.
El guion del monólogo fue escrito por un director de teatro con el apoyo de los autores del estudio de manera que el texto permitiera actuaciones enmarcadas en diferentes géneros. Se solicitó a los actores, hombres y mujeres, que representaran el monólogo dos veces –una en un estilo masculino y otra en un estilo femenino– para discernir si los cambios en los niveles de testosterona se debían a la demostración de poder en sí mismo o al estilo de actuación interpretando a un hombre o a una mujer.
Los autores descubrieron que al realizar el monólogo los niveles de testosterona se elevaban en las mujeres, independientemente del sexo al que encarnaran durante la representación.
Género versus competitividad
Según los científicos, estos resultados sugieren que el comportamiento competitivo exhibido en el monólogo pudo haber modulado la testosterona más que la caracterización masculina, y que las normas sociales que fomentan comportamientos diferentes entre hombres y mujeres pueden contribuir a la existencia de niveles más altos  de testosterona en los varones.
Los autores del estudio señalan que anteriormente la diferencia en los niveles de testosterona era concebida ampliamente como una diferencia de sexo, es decir, que su mayor o menor presencia reflejaba masculinidad y feminidad. En conjunto, esto llevaba a una caracterización de la testosterona como la esencia de la masculinidad, fija, invariable y determinada únicamente por factores innatos. Sin embargo, este trabajo hace hincapié en la existencia de la neuroplasticidad y la modulación social.
“Claramente, la testosterona responde al contexto social, pero siguen existiendo enormes brechas en la comprensión de cómo la plasticidad neuroendocrina está modulada por las normas sociales, especialmente por las relacionadas con el género”, concluyen.

FUENTE ORIGINAL: http://sciens.com.ar/un-estudio-atribuye-la-modulacion-de-la-testosterona-a-las-normas-sociales/#.VjYiytauhls.facebook

La lucha social en Brasil por un parto humanizado libre de violencia institucional


Cosificadas, infantilizadas y desposeídas de cualquier toma de decisión, el cuerpo de las mujeres ha sido el campo de la batalla[1] a dominar por los distintos intereses patriarcales de la esfera pública y privada. Históricamente nos hemos visto sometidas a toda clase de imposiciones legislativas, maritales, religiosas, sociales, éticas y estéticas que nos han relegado a un segundo plano, cuando no al “exilio”, en el control sobre nuestros cuerpos.

Agosto 2013, Brasil. Fotografía: Alba Onrubia.

Hoy en día sigue existiendo un gran número de esas prácticas que, mantenidas, transformadas, escondidas, aplaudidas y/o criticadas, pretenden seguir haciendo de nuestros cuerpos una disputa exógena a nosotras mismas, no sin encontrarse con las voces colectivas e individuales de los feminismos que mantienen una respuesta clara: el cuerpo es mío, yo decido. Aunque a cada paso los obstáculos y los frentes de batalla se vayan multiplicando.

Como mujeres tenemos la capacidad genética (y la presión social) de engendrar vida. El acto de parir es tan propio de la mujer que algunas personas consideran que la maternidad “es lo que hace a las mujeres auténticamente mujeres”, como se atrevió a señalar el ministro de Justicia Ruiz-Gallardón[2], en una muestra más de cómo la mujer es relegada al rol de madre. Y sin embargo, hasta en esta materia nuestra toma de decisión se ve coartada por un discurso que deliberadamente infravalora nuestra capacidad natural. Unas veces con la fe en la ciencia y la modernidad como bandera, otras evocando los fantasmas del “peligro” y otras muchas simplemente por la mecanización del proceso de parto, éste ha quedado deshumanizado y las instituciones médicas se han apoderado del derecho de la mujer a controlar su propio cuerpo y sexualidad.

La violencia obstetra es una de las formas en las que la violencia de género o violencia sexual se manifiesta de manera silenciosa, cuando menos camuflada por lo ha- bitual. No tan visibilizada como la violencia en el hogar, es ejercida de igual forma por las estructuras asimétricas de poder. Durante el proceso del embarazo, parto y posparto, numerosas mujeres se ven sometidas a prácticas humillantes, violentas y vejatorias, siendo relegadas a meros pacientes sin voz, poder de decisión ni control sobre su proceso.

En este contexto, determinados agentes de la sociedad civil, como grupos feministas, casas de parto y los y las profesionales de la salud del “modelo de la asistencia basado en evidencias y no en hábitos” (que veremos más adelante), vienen denunciando desde la década de los 60 el modelo de parto tecnocrático, ya normalizado en muchas partes del mundo, donde prima el factor productivo por encima del humano. Este modelo médico ha conseguido construir una serie de mitos en torno a la eficacia y eficiencia de la ciencia médica en el proceso de parto que ha generalizado el intervencionismo. Y Brasil, donde la hospitalización se ha convertido en casi la única elección para la gran mayoría de mujeres brasileñas que quieren dar a luz, es el máximo exponente en el continente latinoamericano.

Los procesos de industrialización y “modernización” que se dieron en Brasil en lo económico a principios del siglo XX se fueron extendiendo a todas las esferas de la vida, imperando una cultura capitalista que ha calado hasta los ámbitos de la atención en la salud. El paralelismo de la fábrica con el sistema sanitario ha llevado a generar deshumanización[3]: el hospital, como centro de producción, tiene que mantener unos parámetros de eficacia y eficiencia en términos económicos que desnaturalizan a la mujer y el proceso en sí del parto.

La falta de recursos, en muchos casos, o la productividad para sacar el máximo beneficio, en otros, llevan a encorsetar lo que debería ser un proceso único de cada mujer en una pieza de la maquinaria de fabricación de bebés en serie. La estandarización del “parto modelo” más responde a la idealización de un proceso de parto fácil y rápido para el médico y el hospital que a consideraciones de salud y bienestar del feto y la mujer. De hecho, un amplio porcentaje de las prácticas que se ejercen de manera habitual en los hospitales brasileños y de gran parte del mundo han sido desaconsejadas en informes internacionales, como la Declaración de Fortaleza de 1985 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), por tratarse de prácticas que, como la cesárea, la episiotomía, la administración de hormonas o la maniobra de Kristeller, no se justifican en su empleo rutinario. Hay técnicas alternativas más naturales que favorecen tanto el parto como la disminución del dolor: la movilidad libre, los masajes, el afecto, el acompañamiento de una persona querida, un entorno tranquilo…

Brasil, 2013. Fotografía: Alba Onrubia.
El porqué del abuso

¿A qué responde el empleo de estas prácticas desaconsejadas por los organismos internacionales y el Ministerio de Salud? Todo parece apuntar a un proceso de modernización y capitalización de la sanidad que ha engullido y monopolizado los alumbramientos como parte de la competencia del sistema hospitalario.

Pero este sistema constriñe las libertades sexuales y reproductivas de las mujeres. Por un lado, en el Sistema Único de Saúde (SUS) el colapso y falta de recursos para atender a todas las mujeres hace que, en muchos casos, el parto se convierta en una peregrinación de hospital en hospital en busca de una cama libre en pleno proceso de parto, lo que aumenta el riesgo de terminar en un parto quirúrgico. A pesar de los planes de mejora por parte del Gobierno, como el Plan Cigüeña[4], o el incentivo al parto vaginal, el índice de cesáreas es del 50 por ciento, superando por mucho las recomendaciones de la OMS.

El 25 por ciento de las mujeres brasileñas que han sido atendidas durante el embarazo afirma haber sufrido algún tipo de violencia física, verbal o emocional, según muestra el estudio Violencia Institucional en el Parto[5]. De otro lado, en el sistema privado o concertado de salud brasileño, la práctica habitual en más del 83 por ciento de los casos es la programación, desde las primeras semanas de embarazo, de cesárea, atrayendo clientas con la imagen de un parto “seguro” y “sin dolor”, que en última instancia sólo beneficia a la máquina productiva del centro.

Pero como muestran los informes de la OMS y de la Rede pela Humanização do Parto e do Nascimento (REHUNA), la cesárea no sólo no garantiza menor riesgo, sino que, realizada de manera rutinaria, provoca problemas de salud tanto para la mujer como para los bebés. Y señalan al respecto que “los países cuyas tasas de mortalidad perinatal son las más bajas del mundo tienen también las tasas de cesáreas inferiores al diez por ciento. No hay, pues, razón alguna que justifique un índice de cesáreas superior”.

Rutinas violentas

El citado estudio sobre violencia institucional en el parto señala que una cuarta parte de las mujeres brasileñas que han parido han sufrido algún tipo de violencia durante el parto (el 25 por ciento atendidas en el SUS, el 17 en el servicio privado o conveniado y el 31 por ciento en ambos). Sin embargo, sólo el 12 por ciento reconoce en un primer momento haber sido violentada. Esto se debe a la normalización de ciertas prácticas que, si bien están diseñadas bajo un marco político e ideológico que reproduce relaciones sociales de desigualdad[6] y son consideradas como violencia obstétrica por parte de los organismos internacionales y los movimientos feministas, en el imaginario colectivo se han construido como técnicas de rutina médica.

Esta violencia puede ser ejercida en diferentes formas: verbal, psicológica (con frases como “mientras lo hacías no llorabas, por qué estás llorando ahora”[7], oída por un catorce por ciento de las mujeres), sexual (uno por ciento), negligencias, mecanización del parto, etc. La mecanización del parto es un proceso que comienza con la hospitalización de una mujer sana que va a dar a luz y a la que se le administran los protocolos rutinarios de un ingreso, esto es:

  • Despersonalización: Desposesión de objetos personales, confinamiento a una sala apartada del acompañante, medicalización, hacinamiento, traslados constantes, tratamiento infantilizado o vejatorio, desinformación.
  • Desexualización: Tricotomía (rasurado del vello púbico) y administración de enemas.

Estos procedimientos hospitalarios llevan consigo una serie de rutinas que facilitan el trabajo del equipo, pero que eliminan el derecho en la toma de decisiones o la participación de la mujer y la pareja (en caso de que exista) en el trabajo de parto, hasta el punto de considerar las emociones y sentimientos como una intromisión en el trabajo del médico, y el dolor de la mujer una “molestia” en la rutina del equipo que hay que ocultar o acallar, como señala Pizzini[8]. Así, la violencia es ejercida a través de las dinámicas de rutina que buscan acelerar el parto por cuestiones externas a la salud materno-fetal, como la administración de oxitocina y otras hormonas, el desprendimiento artificial de membranas o ruptura de bolsa, la episiotomía (corte en la parte del perineo para ampliar la cavidad vaginal), el uso de fórceps, la maniobra de Kristeller, etc.

Otra forma habitual de violencia es el control excesivo sobre la mujer y sobre todo su proceso de parto: exámenes vaginales repetitivos, negar la administración de comida y líquidos, confinamiento de la mujer en la cama, inmovilización, posición de litotomía a la hora de parir (totalmente desnaturalizada), separación del bebé y la madre…

El modelo capitalista patriarcal de producción se impone, en definitiva, sobre el cuerpo de la mujer, quien tiene que adaptarse a las necesidades del hospital y de la técnica tanto en ritmos como en condiciones, pasando a ser un objeto de extracción y no un sujeto de pleno derecho. La consecuencia es que nos han robado una parte fundamental de nuestros derechos sexuales y reproductivos, unas veces por falta de información dentro del juego de legitimidad y dependencia en cuanto a la autoridad médica y, otras muchas, por falta de alternativas o recursos.

Proceso de apertura en el sistema público brasileño

El Movimiento por la Humanización del Parto en Brasil, liderado desde los años 80 por el movimiento feminista y paralelamente por las mujeres que venían trabajando en las casas de parto, como las parteras obstetras, vienen desmintiendo los mitos que rodean el modelo tecnocrático de parto y formulando una alternativa sólida, basada en evidencias y no en hábitos.

Apoyándose en las recomendaciones de la OMS y llevando a cabo las propias a través de REHUNA (plataforma que reúne ONG, grupos feministas, profesionales de la medicina alternativa y expertos en terapias corporales contra-culturales), defienden que tanto el embarazo como el parto y la lactancia son procesos naturales que en condiciones normales (las del 90 por ciento de los casos) no necesitarían intervención médica, aunque sí el cuidado de profesionales cualificados y las correctas condiciones técnicas.

La lucha de estos grupos viene fortaleciéndose por las pruebas empíricas que niegan que el modelo tecnocrático sea el más seguro. A través de material educativo, diseñando propuestas en políticas públicas y articulando el contenido del término “humanización” en la asistencia, vienen luchando por el empoderamiento de la mujer como sujeto de derecho. Este movimiento se integra en el contexto de lucha del Movimiento Internacional de Mujeres por los Derecho Humanos.

Se enfrentan a no pocos intereses en juego, como a los comités médicos y de enfermeras, así como a los seguros de salud privados, que no quieren perder su parcela de control y negocio, posicionándose como barrera contra la adaptación del modelo de asistencia a los cánones recomendados por la OMS. Actúan como lobbies de poder, frenando y dificultando la articulación de un modelo de políticas públicas alternativo al hospitalario, entorpeciendo la adjudicación de licencias y convenios a las casas de parto humanizado ya existentes en Brasil.

El movimiento pasa hoy por una etapa crucial en la lucha, al haber conseguido promover un debate público sobre la humanización del parto con la proposición de ley de la Comissão de Saúde, Promoção Social, Trabalho e Mulher, presidida por la concejala Juliana Cardoso (PT). En mayo de este año se llevó a cabo el primer debate público, titulado “Malos tratos en la Atención a la Maternidad y Pre-Natal” y, hasta la fecha, varias manifestaciones de apoyo y visibilización han secundado la segunda audiencia pública que tuvo lugar en agosto por la Comissões de Saúde, de Direitos Humanos e de Educação e Cultura con el tema “La Salud de la Mujer, desafíos a la maternidad” donde se abordaron los modelos locales de asistencia al parto, la calidad y la formación de las especialistas, así como la introducción de obstetras en el SUS.

Son sólo los primeros pasos hacia una atención pública de calidad. Si bien ha tenido gran aceptación y acogimiento, los obstáculos no son pocos y las activistas se muestran prudentes ante los resultados. En cualquier caso, la lucha continuará por el derecho a ser informadas y decidir libremente, con lo que ello conlleva. Y lo que conlleva es una alternativa pública y accesible para todas las mujeres, que garantice una calidad de la atención basada en evidencias, donde la mujer sea la protagonista (junto a su pareja si así la tuviese) de un momento único, con la garantía de seguridad (profesionales cualificados, instalaciones que se adapten a las necesidades de la mujer, acceso a la planificación familiar e información sobre los derechos reproductivos de la mujer, acceso a cuidados de apoyo en todas las fases del embarazo y parto, etc.) y respeto hacia la mujer como sujeto activo en un proceso propio (ritmos naturales del parto, movilidad de la mujer, unión entre madre-hijo o hija, hacia su cuerpo, etc.). En definitiva, la implementación de un modelo holístico y humanizado de parto.

Pero no podemos olvidar que esto supone sólo un estadio más de un problema mayor dentro del machismo estructural donde la mujer es sistemáticamente cosificada. Según la ONU, una de cada siete mujeres en el mundo será víctima de agresión a lo largo de su vida, y Brasil presenta uno de los mayores índices de este tipo de violencia[9]. La mortalidad materno-infantil también sigue siendo un problema de primer orden, con 60 muertes de cada 100.000 nacimientos. Es posible que, lejos de reducirse, estas cifras se incrementen, pues el desigual reparto de la riqueza en la sexta economía mundial sigue sumiendo a una gran parte de la población en la pobreza. Como el parto, la violencia machista es un problema que hay que observar de manera holística si queremos luchar contra ello, pues de otra manera no estaremos más que poniendo parches.

Por Alba Onrubia García es colaboradora de Pueblos – Revista de Información y Debate.

Notas:

  • Wolfensberger Scherz, Lilly (2001): “Cuerpo de mujer campo de batalla”, Plaza y Valdés, México.
  • “Gallardón: ‘La maternidad libre hace a las mujeres auténticamente mujeres”, El País, 27/03/2012. Ver enwww.elpais.com.
  • Concepto empleado por los movimientos sociales feministas de Brasil y de América Latina como antítesis al parto humanizado, que sería el parto vaginal con mínima o ninguna intervención médica. Se ha ido ampliando y matizando en su significado para convertirse en una corriente de lucha por el empoderamiento de la mujer a decidir dónde y cómo parir desde una concepción holística del parto.
  • El Plan Cigüeña es una medida adoptada desde 2011 por el Gobierno de Dilma Rousseff para ampliar la cobertura en la atención a las mujeres embarazadas de escasos recursos desde la fase inicial de la gestación hasta los primeros dos años de vida del bebé, con el objetivo de reducir el índice de mortalidad infantil, que actualmente se sitúa en 60 muertes de cada 100.000 niños y niñas vivos.
  • Fundação Perseu Abramo (2010): Violência Institucional no Parto, Edições SESC SP.
  • Rattner, Daphne (2009): Humanização na atenção a nascimento e partos, breve referencial teórico.
  • Ver nota 5.
  • Nussenzweig Hotimsky, Sonia (2001): Parto e Nascimento no Ambulatório e na Casa de Partos da Associação Comunitária Monte Azul: Uma Abordagem Antropológica, São Paulo.
  • Daudén, Laura (2010): “Mulheres sob ataque”, Revista Istoé, nº 2259. Disponible enwww.istoe.com.br.

Mujeres rebeldes por la paz en Colombia



Mujeres al frente, la ley de las más nobles es una historia de unas mujeres que hartas de que las mataran dijeron basta. Y no es metafórico, en Colombia, su país, se vive en guerra desde hace ya no se sabe cuántos años, literalmente, se ha perdido la cuenta. Es terrible, pero como cuentan estas auténticas heroínas que simplemente por hacerlo se juegan la vida (el último atentado contra una de ellas, Mayerlis Angarita, fue hace menos de dos semanas), allí es normal que "las desaparezcan", las violen, las torturen, las aniquilen. O lo hagan con sus maridos, prole, parejas, amistades... 

Las siete protagonistas de esta película (campesinas, exjuezas, psicólogas, amas de casa y ex guerrilleras de toda clase e índole social) se aburrieron de ese sistema que calla y elimina y optaron por soluciones alternativas a la violencia. Dijeron no a la ley del más fuerte, al patriarcado y a la espiral de violencia...Mujeres al frente habla de paz y género y muestra que las utopías son posibles.

Las siete mujeres retratadas en esta película creen en el diálogo y en el consenso y proponen nuevas estructuras de vida. Repiten que el sistema instalado las silencia y aniquila. Hartas de tanta sangre decidieron montar ciudades, dejar las armas (quienes las tomaron), enfrentarse al Estado y pedir y reclamar por la memoria de sus muertos. Luchan por un modelo de sociedad que les reconozca derechos tan básicos como ser reconocidas, el acceso a sus tierras o poder comer. Plantean un nuevo país más justo, diverso e igualitario. Piden justicia, reparación y futuro. 


Ante la paz, dicen que quieren ser pactantes, no pactadas. Quieren salir de la calle a las plazas, hacer política en sus casas, en sus pedanías, pueblos o ciudades; porque la indiferencia mata, más que las balas, señalan. 

Patricia Guerrero y su Ciudad de las Mujeres; Vera Grabe, ex comandante del M19 y directora del Observatorio por la Paz; Mayerlis Angarita, fundadora de Narrar para Vivir; Luz Marina Bernal, del colectivo Madres de Soacha; Nelly Velandia, líder campesina; Luz Marina Becerra, representante de Afrocolombianos Desplazados y experta en género y Beatriz Montoya, feminista y responsable de que todas las organizaciones de mujeres de su zona, Antioquia, son auténticas guerreras de la paz, mujeres inconformistas que han dado un paso al frente para hacer un país mejor. Sus armas: el rechazo absoluto a la violencia y el convencimiento de que la paz es posible, con mujeres, con desarrollo y con una sociedad más inclusiva y justa. 


1325. Mujeres resueltas a construir la paz son siete extractos del documental Mujeres al Frente, la ley de las más nobles, que se da a conocer en la semana del XV Aniversario de la Resolución 1325 de Naciones Unidas que reconoce el efecto desproporcionado y singular (distinto al que sufren los hombres y niños) que causan las guerras en las mujeres y las niñas, y el papel clave de las mujeres en la prevención y resolución de los conflictos, y en la construcción y la consolidación de la paz.

Por Lula Gómez
Periodista y Directora del documental 
Mujeres al frente, la ley de las más nobles
Fuente: El País

viernes, 30 de octubre de 2015

Turquía: agendas feministas en tiempo de guerra

Elecciones en el país euroasiático


Periódico Diagonal

La paz en el centro de las propuestas.

Turquía está en guerra. Una guerra que no es oficial, que no se nombra como tal sino que se vende como una ofensiva contra el terrorismo y contra el Estado Islámico. Una guerra sospechosamente cercana a las elecciones del próximo 1 de noviembre, las primeras en las que el presidente de la república, Recep Tayyip Erdogan, del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), podría perder definitivamente la mayoría absoluta de la que gozaba y que no le permitiría, como es su voluntad, realizar un cambio en la Constitución para perpetuarse en el poder a través de una república presidencialista. Una guerra que paraliza cualquier otra agenda social, cualquier reivindicación que no sea la paz. Asomarse a la historia de las movilizaciones y su sociedad en Turquía es recorrer las tensiones de un territorio donde la presencia de grandes banderas turcas no deja lugar a dudas de la necesidad que tiene el Estado de autoafirmarse. Kurdos o armenios son sólo algunos de los pueblos y nacionalidades que viven en el territorio turco. Junto a ellos, movimientos sociales como los feminismos, formaciones como el Partido De­mo­­crático de los Pueblos (HDP) o colectivos LGTBI, tienen un objetivo común: la paz. Todos y todas sufren la guerra, son víctimas de las políticas del AKP, cada vez más conservadoras, autoritarias y neoliberales, amparadas en una siempre amenazadora jerarquía eclesiástica, en este caso islámica.
¿Cómo hacer frente a una guerra y a la vez tener una agenda feminista o LGTBI que te permita luchar contra la violencia machista o reivindicar el reconocimiento de los derechos de las lesbianas? “Hay un vínculo muy claro entre la violencia, los asesinatos y la guerra”. Quien habla es Deniz Bayram, del movimiento de feministas socialistas, quienes a pesar de tener un nombre tan connotado nada tiene que ver con un partido político. De hecho se definen como autónomas. Son unas 200 mujeres en toda Turquía. Su poder de convocatoria es muy grande. Desde el inicio de los ataques contra el PKK y el HDP salen una vez a la semana a la calle para exigir el fin de la violencia, mientras hacen y distribuyen materiales de denuncia y organizan diferentes campañas. De cara a las elecciones están ocupando muchos espacios públicos para exigir el fin de los ataques y han relanzado su campaña “Necesito paz”.
En todas sus acciones intentan establecer el vínculo con la violencia machista, ya que las cifras que arrojan las estadísticas turcas, que ni siquiera son oficiales, son más que preocupantes. Al igual que lo son las políticas de Erdogan para promover la igualdad de las mujeres o luchar contra los asesinatos: prácticamente inexistentes. En Turquía no hay datos fiables sobre el numero de mujeres asesinadas víctimas de la violencia machista. Algunas organizaciones que recogen las cifras de la prensa hablan de 281 mujeres asesinadas en 2014. La mayoría de casos son catalogados como crímenes pasionales. “No hay datos porque al Estado no le interesa, no está en la agenda”, nos cuenta Deniz Bayram. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el 42% de las mujeres turcas ha sufrido violencia física o sexual. Un informe del Ministerio de Familia y Políticas Sociales turco afirma que más de 17.000 mujeres solicitaron protección policial contra cónyuges en 2014, una protección que en muchos casos llegó tarde. “Los jueces no ven que el asesinato de mujeres es algo sistemático, lo analizan como algo puntual, como casos aislados”, explica Deniz. “Por eso no hay un programa de apoyo potente a las mujeres si, por ejemplo, quieren abandonar sus hogares”. Uno de los puntos de inflexión, en el que las mujeres volvieron a tomar la calle con rabia, fue el caso de Özgecan Aslan. Una chica de 19 años a la que asesinaron en febrero de 2015 en un minibús cuando trataba de defenderse de una violación.
Autodefensa feministaEn los últimos años los asesinatos machistas han tomado una nueva dimensión. Las mujeres han pasado a la autodefensa y en muchos casos parece que han hecho propio el “ante la duda, tú la viuda”. Un ejemplo es el caso de Cilen Doğan, de 28 años, que el pasado mes de julio mató a su marido por abusar de ella y querer forzarla a prostituirse. Su caso copó las portadas de todos los medios turcos, sobre todo porque no mostró ningún tipo de arrepentimiento. Junto a Cilen hay más casos. Por eso una de las nuevas líneas de trabajo de los feminismos en Turquía es lograr que el ser víctima de violencia de género sea un atenuante en el caso de haber matado a tu marido. Algo que ocurre en el caso de los hombres cuando alegan enajenación o arrepentimiento tras los asesinatos.
A pesar de este panorama, la situación para las mujeres no es buena y desde hace 10 años “todo va a peor”, nos explica Deniz. El viceprimer ministro Bülent Arinç ya se encargó de poner negro sobre blanco sobre su postura cuando afirmó que las mujeres “no deberían reír en público”, ni “tener actitudes provocativas” y “preservar su castidad”. Todo un compendio de ideología que tiene su reflejo en las políticas en torno a los derechos sexuales y reproductivos. En 2012, Erdogan llamó asesinas a las abortistas e intento prohibir el aborto salvo en caso de violación. El movimiento feminista lanzó una fuerte campaña y consiguió paralizar la reforma de la ley. El aborto es legal en Turquía, “pero eso no significa que sea fácil y que no esté criminalizado”, explica Deniz. Los hospitales no practican abortos y los médicos se acogen a la cláusula de conciencia. “Se hacen listas negras de mujeres que han abortado y de médicos que han practicado abortos y llaman a las familias para ensuciar su imagen”, cuenta Deniz.
La idea de familia conservadora y nuclear es central en toda la política turca, lo que afecta a todas aquellas propuestas de vida y organizaciones que desafíen este modelo. Es el caso de Lambda, una organización que defiende los derechos LGTBI. Desde su fundación en 1993, el Gobierno turco intenta quitarles su registro como asociación. Usan el argumento de que Lambda está en contra de “los valores de la familia turca” presentes en la Constitución del país.
En 2003, este colectivo comenzó a organizar la marcha del Orgullo en Estambul. El primer año fueron unas 40 o 50 personas, ahora cada vez mas gente y más ciudades celebran movilizaciones por el Orgullo. En 2014, participaron unas 80.000 personas y el símbolo del arcoiris llenó de forma inesperada una de las principales plazas de Estambul, Gezi, todo un símbolo de resistencia y de unión entre los diferentes movimientos sociales después de que en 2013 fuera ocupada para detener la construcción de un centro comercial. En Lambda luchan por visibilizar la diversidad sexual aunque comparten los mismos problemas de los colectivos feministas. “La guerra paraliza todas nuestras actividades, nos centramos en la paz. Desde hace meses cada tarde bajamos a la calle para recoger firmas y entregárselas al Gobierno”, cuenta la activista Yeşim Başaran.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/global/28107-agendas-feministas-tiempo-guerra.html

¿Qué es la sororidad?

Sororidad o hermanamiento femenino, (lo que en inglés se conoce como 'sisterhood', en francés 'sororité' y en italiano 'sororitá') se ha convertido en un concepto habitual delfeminismo actual. El término proviene del latín 'soror' (hermana) y su significado tiene que ver con la solidaridad femenina, que ha existido siempre, tanto para compartir conocimientos sobre crianza o salud reproductiva como para educar a los hijos, sacar adelante a la sociedad mientras los hombres estaban en la guerra o compartir libros prohibidos para las mujeres. Pero la sororidad va más allá: propone una solidaridad transformadora para defenderse, apoyarse y luchar contra el patriarcado, conscientes de la existencia de una discriminación y de unos problemas compartidos por el hecho de ser mujeres. Y apela también a una espiritualidad propia de las mujeres y a la búsqueda de espacios comunes.
La antropóloga mexicana Marcela Lagarde es la principal referencia actual a la hora de hablar de sororidad, que define como "Una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo. Es una experiencia de las mujeres que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y la alianza existencial y política, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y el empoderamiento vital de cada mujer".

Un poco de historia de la sororidad

Ya en el siglo XV, Cristina de Pisán, la primera escritora profesional documentada, planteaba en 'La ciudad de las damas' un espacio social y político exclusivo para mujeres. El feminismo en sí mismo, como movimiento y ética, es pura sororidad. Las mujeres (así ha sido y es mayoritariamente) han sido las que le dieron sentido y se articularon en torno a una filosofía transformadora que no solo nos permite crecer como grupo y luchar contra las desigualdades por razón de género sino que también es una fuente inagotable de empoderamiento personal. No es extraño oir a compañeras que explican que el feminismo "les ha quitado la venda", "les ha abierto los ojos", les ha hecho más conocedoras de lo que son y más cercanas a otras mujeres.
La sororidad logró un enorme desarrollo gracias al feminismo radical de finales de los 60 y la década de los 70.
Siguiendo las teorías de Lagarde, la sororidad define este pacto dentro de un nuevo feminismo que tiene que como principales características la recuperación de la historia de las mujeres, ser una filosofía crítica con el androcentrismo y proponer una nueva visión y valores en las relaciones humanas en las que dejen de predominar roles asociados tradicionalmente a lo masculino, como la competitividad o la agresividad.
Precisamente, gracias a la sororidad, podemos preservar ese núcleo fundamental del feminismo, ahora que en el ámbito anglosajón y, por extensión también en el latino, se difunden proyectos para implicar a los hombres en la igualdad y trabajar en una nueva masculinidad

Ejemplos de sororidad

Uno de los ejemplos más cercanos en el tiempo acerca de sororidad lo vivimos en 'El Tren de la Libertad'. Más de 1.500 mujeres españolas de diferentes generaciones y ámbitos profesionales partieron de Asturias el 1 de febrero para viajar hasta el Congreso de los Diputados, donde se manifestaron para mantener la actual Ley de salud sexual y reproductiva y de interrupción voluntaria del embarazo. 
También las mujeres egipcias, durante sus manifestaciones por el cambio político y social, o las firmantes del Manifiesto de las 343 'salopes' son ejemplos de sororidad y reivindicación, aunque basta con profundizar en nuestra historia cercana para descubrir historias que apelan a esa sintonía entre mujeres que tantas veces funciona como organización y red de apoyo.

Para saber más sobre sororidad:

1. 'De solidaridad a sororidad', artículo de La lente violeta.
2. 'Enemistad y sororidad. Hacia una nueva cultura feminista', de Marcela Lagarde (via e-Mujeres.net).


miércoles, 28 de octubre de 2015

Sandra Morán, una feminista en el Congreso de Guatemala



Periódico Diagonal

Sandra Morán Reyes, histórica activista feminista, será la primera diputada lesbiana en el Congreso de Guatemala.

Sandra Morán Reyes, electa diputada el pasado 6 de septiembre, será la primera mujer en sentarse en el Congreso de Guatemala que se declara feminista y lesbiana.
Morán Reyes, activista histórica, feminista y artista, ocupará a partir de enero de 2016 uno de los 158 escaños del Congreso de Guatemala como jefa de bancada de Convergencia, nuevo partido de izquierda creado en junio de 2014 mediante la unión de Alternativa Nueva Nación (ANN) y seis organizaciones sindicatos y consejos indígenas, que el pasado 6 de septiembre, en unas atípicas elecciones donde se fragmentó el apoyo a los partidos políticos, logró los votos suficientes para obtener tres diputaciones, que suponen, en su conjunto, la irrupción de un nuevo espectro de la sociedad organizada en el Legislativo.
"A mí me eligieron 32.000 personas, hombres y mujeres, del departamento de Guatemala. Luego, efectivamente, tengo compromisos con mis organizaciones hermanas del sector de mujeres. Y con la población LGTBI (colectivo de lesbianas, gay, transexuales y bisexuales). Y con la niñez y la adolescencia, por todo el trabajo que venimos haciendo. El otro compromiso es con las comunidades en resistencia. Al final tengo compromiso con todos", ha declarado.
"Nosotros somos absolutamente nuevos en esto. Venimos de los movimientos sociales, aceptamos el reto de hacer campaña y proponernos, la gente nos dio el voto y asumimos el reto", explicó Morán un par de días después de las elecciones generales. "Y una cosa fundamental es que no podemos hacer nada si no estamos con los movimientos sociales. Solos no vamos a poder hacer nada. Lo de adentro tiene que estar acompañado por la fuerza de afuera".
Militancia en el afueraSandra Morán tiene 56 año, y lleva más de 40 formando parte de "la fuerza de afuera". Se incorporó a los movimientos de protesta a los 14 años, cuando se adhirió al movimiento estudiantil normalista del Instituto Normal Centro América (INCA). Con 18 años entró a estudiar Ciencias Económicas en la Universidad San Carlos, y a los 19 se incorporó al Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), la facción guerrillera en la que, según afirma, militó en la semiclandestinidad.
Su paso por la guerrilla, del que no quiere dar mayores detalles, hizo que a partir del año 2011 Ricardo Méndez Ruiz, presidente de la Fundación contra el Terrorismo, y otras personas vinculadas el Ejército, la incluyeran dentro de cuatro denuncias junto a otros líderes de izquierda, acusados por diferentes delitos cometidos durante el conflicto armado interno. Estas denuncias se encuentran bajo investigación del Ministerio Público.
En 1981, Morán salió al exilio a México y más tarde a Nicaragua y Canadá donde permaneció hasta 1994. Durante estos años siguió integrando la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) a través del grupo de música Kin Lalat. "Kin es nosotros haciendo algo, y lalat es sonido agradable. Es en k'iche'. Ese nombre se lo puso Rigoberta (Menchú) en Nicaragua, en 1982. Éramos un grupo de música revolucionaria de la URNG. Yo soy percusionista. Tocaba percusión y marimba", recuerda Morán.
A su regreso a Guatemala, en 1994, se integró al Sector de Mujeres de la Asamblea de la Mujer de los Acuerdos de Paz, y más tarde fue coordinadora del Foro de la Mujer, creado para dar seguimiento a la agenda de las mujeres dentro los Acuerdos de Paz firmados en 1996. El trabajo del foro, durante los siguientes tres años logró que finalmente en 2000 se creara la primera política pública de la mujer.
Además, a través del Colectivo de Organizaciones Sociales (COS) se comenzó a promover la ley para el cumplimiento de los Acuerdos de Paz, que dio como resultado el Consejo Nacional de los Acuerdos de Paz (CNAP), conformado por el Ejecutivo, el Legislativo y sectores de la sociedad civil. Sandra Morán pasó a ser subcoordinadora del CNAP durante el gobierno de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), en representación del Sector de Mujeres, que integra a un total de 33 organizaciones y colectivos de mujeres del país.
A lo largo de los años, Morán ha impulsado diferentes colectivos feministas y lésbicos. Ha sido la promotora del colectivo de mujeres en el exilio Nuestra Voz, el colectivo lésbico Mujeres Somos, el Colectivo de Mujeres Feministas de Izquierda y el Colectivo Artesana, dedicado al trabajo con mujeres organizadas y mujeres privadas de libertad.
Morán entra al Congreso con el objetivo de ir dando respuesta a las demandas históricas de la izquierda y de los grupos a los que representa: las mujeres y el sector LGTBI.
Entre sus primeros retos, asumidos como parte de la agenda política del Sector de Mujeres, se encuentra la reforma de la Ley Electoral y de Partidos Políticos, donde buscará hacer valer la propuesta de equidad y alternabilidad en la conformación de los listados de candidatos, entre género y pueblos indígenas.
También, dice, impulsará la aprobación del proyecto de la Ley Reguladora del Trabajo de Casa Particular, para legalizar y dignificar la situación de las empleadas domésticas, así como la iniciativa de Ley de Búsqueda Inmediata de Mujeres Desaparecidas.
Otra de sus propuestas será la creación de un acuerdo legislativo para hacer operativa la Coordinadora Nacional para la Prevención de la Violencia Intrafamiliar y contra las Mujeres (CONAPREVI), así como la creación de un Ministerio de la Mujer que permita coordinar los diferentes ejes y políticas de protección y promoción de la equidad.
Dentro de los compromisos adquiridos con el sector LGTBI, se encuentra la aprobación de una ley de Identidad Sexual, una demanda que busca la protección de este sector de la población a nivel jurídico y legal. "También tenemos que ver qué hacer para evitar el bullying, que es una problemática que enfrentan todos los niños y jóvenes, pero mucho más si son gay", explica.
Morán también deberá establecer alianzas con las otras 20 mujeres que ocuparán un escaño en el Legislativo, una más que en el actual periodo, lo que supone una representación del 13% del total.
Desde los sectores de la sociedad civil a los que esta nueva diputada representa, su entrada en el Congreso es vista con expectativa y como un gran reto. María Dolores Marroquín, del colectivo Voces de Mujeres, integrante del Sector de Mujeres, destacó el significado simbólico para las mujeres organizadas de la entrada de Sandra Morán al Parlamento, que califica como "sumamente retadora".
"El reto es bien grande, porque tiene que ver con muchos valores que han sido sacralizados de alguna manera y que, desde una postura feminista, estamos cuestionando cotidianamente. Y la legislación es uno de esos nichos donde se institucionaliza esa opresión", explica Marroquín, socióloga y con una maestría en Antropología Social.
Desde la comunidad LGTBI, la llegada de Morán al Congreso también es bien recibida. "Todas la conocemos y aceptamos la lucha de ella", dice Debby Linares, transexual y activista de los derechos del sector, integrada en el colectivo OTRANS.
"Yo me siento feliz. Al fin tenemos una mujer que es identificada como es, una mujer feminista, una mujer que se declara abiertamente lesbiana, una mujer que quiere cambios en el Congreso, porque ahí hay que transformar", explicó Linares.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/global/28169-sandra-moran-feminista-congreso-guatemala.html

Hacia una verdadera liberación de las mujeres musulmanas





Doctora en Estudios Internacionales Mediterráneos, miembro del equipo de investigadores del TEIM de la Universidad Autónoma de Madrid. Activista hispano-siria opositora al régimen de los Assad y blogger.

Hace casi seis años, en marzo de 2010, caminaba por el campus de la UAM cuando encontré que el Instituto de la Mujer de mi universidad había montado, en ocasión del Día Internacional de la Mujer, una serie de carteles colgados en varios árboles y unidos por un hilo, donde se representaban los símbolos "universales" de la dominación femenina, los principales símbolos del patriarcado. Me pareció muy interesante, así que fui haciendo el recorrido de árbol en árbol.... pero, de repente, ¡me encontré con ésta imagen!
Lo cierto es que es difícil describir la sensación que se me quedó en el cuerpo (que me dura hasta hoy)... ahí estábamos frente a frente. Yo, una mujer musulmana, árabe, de nacionalidad española, de origen, alma, sentimiento, sufrimiento y resistencia sirios, de cultura hispano-árabe-siria, marroquí por adopción, descendiente de una larga saga de mujeres y hombres musulmanes libres, fuertes, inteligentes y luchadores, que he decidido llevar hiyab, como parte de mi libertad y mi fe, tal y como yo quiero y tengo el derecho y la legitimidad para entenderlas. Y el cartel, una representación opresora, racista, islamófoba y colonial que de mí se ha hecho.
La imagen, la de una "mujer musulmana con hiyab" atravesada por una espiral de letras árabes, representada como símbolo universal de la dominación femenina, reducía mi fe, mi espiritualidad, mis culturas, mi lengua y mis dialectos, mi vestimenta y la de más de 1600 millones de musulmanes y musulmanas en el mundo, de infinidad de países, culturas, razas, idiomas y formas complejas de entender y vivir el Islam.... tanta diversidad, tanta complejidad, tanta riqueza, reducidas a un "símbolo de opresión universal". La imagen me estaba robando la voz, la libertad y el privilegio de la auto-representación, de darme a mí misma, a mis creencias, a mi fe, a mi filosofía, a mi sistema de valores, a mi cosmovisión, los significados que yo quisiera darles.
Sí, efectivamente existe una estructura de dominación patriarcal en las sociedades árabes, que es necesario desarticular, resistir y analizar, al igual que existe en el resto de sociedades humanas a día de hoy, y relacionar, por lo tanto, de forma intrínseca el patriarcado a una cultura, a una raza, a una etnia, a una fe o a una lengua en concreto, es una forma de claro reduccionismo violento, racista, patriarcal y sexista en sí mismo y colonial.
Existen estructuras de dominación patriarcal en todo el mundo, pero las mismas, ni se plantean del mismo modo en los diferentes contextos, ni se explican del mismo modo y por consiguiente, mucho menos, se les pueden dar las mismas respuestas.
Las feministas negras, las chicanas y las postcoloniales nos han enseñado que el patriarcado interseccionado por la clase, no es lo mismo que el patriarcado a secas. Y si es interseccionado por la clase y la raza, tampoco. Y si lo es por la clase, la raza, la etnia o infinidad de otros ejes posibles, entonces aparece y se plantea de diversos modos complejos y muy diferentes. Sea como sea, el patriarcado es una estructura de poder sumamente compleja y atravesada por múltiples ejes, al igual que el resto de estructuras de poder que informan las realidades de cada individuo o grupo en el mundo y no es, necesariamente el eje articulador o determinante del resto, sino que ello depende del contexto en el que nos hallemos, del caso concreto que observemos y del punto de vista de quien es atravesada o atravesado por las distintas estructuras de poder.
Lo cierto, es que a día de hoy, el principal eje macropolítico global y generalmente explicativo y definitorio de las variadas y variables características locales y contextuales que toman las enredadas y múltiples estructuras de poder (raza, etnia, clase, género…etc.), es el del sistema/mundo moderno/colonial capitalista/patriarcal blanco/militar occidentalocéntrico y cristianocéntrico. Y éste, se trata de un eje macropolítico, que sin embargo se va a manifestar, producir y re-producir simultáneamente en todos los niveles, en el mesopolítico o estatal y en el micropolítico de las subjetividades e intersubjetividades de los individuos.
A través de este eje no sólo vamos a poder comprender y analizar cómo se conforman los patriarcados locales y qué formas adoptan, sino que también y sobre todo, vamos a observar que esos “patriarcados locales” han sido en su mayoría fundados en ocasiones, o reforzados en otras, por el patriarcado occidental sobre el resto del mundo. Y cuando afirmo esto, no estoy sosteniendo de ningún modo la inexistencia de las estructuras patriarcales internas e inherentes a diferentes formas y contextos culturales, ni tampoco les resto importancia. Sin embargo, lo que pretendo es llamar la atención sobre la necesidad de una perspectiva global y un análisis complejo, porque los procesos “internos” se enredan con los “externos” y globales, especialmente desde la fundación del sistema-mundo moderno/colonial que constituye una forma concreta de dominación global y sistémica muy compleja.
Hoy por hoy, lo que yo he caracterizado en mis trabajos como “la mujer musulmana con hiyab” aparece más que nunca como “la otra por antonomasia” de esa “otra por antonomasia” mujer del Tercer Mundo, denunciada con brillantez por Chandra Talpade Mohanty, en sus dos textos fundamentales y clásicos ya, fundacionales del llamado “femisnismo post-colonial” o “feminismo tercermundista”: “Under Western Eyes…” y “Re-visiting Under Western Eyes”.
La teoría feminista hegemónica occidentalocéntrica, debería pararse a resolver el desencuentro colonial y las problemáticas categorías coloniales que sistemáticamente generan un patriarcado occidental sobre el resto de las culturas y epistemologías del mundo.
Y nosostras, las mujeres musulmanas, en particular, deberíamos replantearnos nuestra solidaridad o cualquier tipo de relación, identificación o colaboración, con un movimiento y sus conceptos, que históricamente nos ha oprimido, excluido, infantilizado, invisibilizado y silenciado. Fabricando las herramientas discursivas y cognitivas básicas que han justificado y sostenido (y siguen haciéndolo) en nombre de nuestra "liberación", nuestra colonización, invasión, saqueo, violación y manipulación.
Ese replanteamiento debería comenzar por una primera consciencia del patriarcado que este feminismo particular ejerce sobre nosotras y nos de-construye y construye una y otra vez en el No Ser, en ese espacio donde toda violencia, no ley y apropiación son permitidos, situado bajo la línea abismal invisible que es intrínseca y subyace a la modernidad occidental y occidentalocéntrica, como muy bien nos lo ha explicado Boaventura de Sousa Santos.
Debemos construir el camino de reinventar y recuperar nuestros propios lenguajes, nuestros conceptos y nuestras maneras particulares de resistencia y liberación, que parte desde nuestra cosmovisión, desde nuestra espiritualidad y desde la recuperación de nuestro propio lugar de enunciación, de ser, de saber y de estar en el mundo. Planteado como un lugar de todos los lugares, que alejándose de los binarismos epistemicidas y genocidas herederos del pensamiento griego y del pensamiento occidentalocéntrico, no parte de la anulación y aniquilación de la otredad, sino de su concepción y de la nuestra propia como parte de la Unidad del Ser.
Y si decidimos que dicho lugar tenga por nombre, fondo y forma el Islam, pues así será y tendremos todo el derecho y la legitimidad de hacerlo. Y nadie, ni nada, por mucha manipulación, bombas, sangre y opresión enmascaradas en discursos desarrollistas, feministas, democratizadores, derechohumanistas o anti-terroristas, que practiquen y violenten contra nosotras, podrá parar entonces, inshaLlah, un movimiento propio de verdadera liberación, anticapitalista, anti-sexista, anti-patriarcal, antirracista, anti-clasista y anticolonial, que generará, exigirá e impondrá nuestra re-existencia y re-inserción de los expulsados presentes y futuros.