RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

viernes, 29 de julio de 2016

Sobre machismo y religión


Rebelión


"Cuando perdemos la base moral, dejamos de ser religiosos. La religión no puede cambiar ni suplantar a la moral. Por ejemplo, un hombre no puede vivir en la mentira, la crueldad y la lujuria y pretender, al mismo tiempo, tener a Dios consigo" (Mahatma Ghandi) 


La Religión, todas las religiones en sentido general, como uno de los mejores "opios del pueblo" (parafraseando a Marx), y expresión típica y tópica del pensamiento dominante de la mayoría de los pueblos del mundo, ha sido vehículo de propagación de todos los más perversos idearios y prácticas que han caracterizado las acciones y pensamientos más perversos de la Humanidad. Pero en el presente artículo nos detendremos sobre todo en su relación con la extensión del machismo, que es la expresión popular de la cultura del heteropatriarcado. Marcelo Colussi hace un estupendo repaso a todas las aberraciones sufridas por las mujeres en este artículo, cuya lectura recomendamos, y en el que nos vamos a basar para la extracción de gran parte de los datos e informaciones que se recogen. Colussi hace un recorrido histórico sobre las manifestaciones que han unido la vertiente religiosa con la vertiente de condena hacia las mujeres, en cualquier sentido, pero hemos de destacar que estas prácticas, este imaginario colectivo y esta cultura pervive en nuestros días, y que la Iglesia (la Iglesia Católica, en nuestro caso) continúa presente y difundiendo los valores del patriarcado, y de la sumisión y explotación de las mujeres.

Por todos es sabido que las diversas religiones nunca han desarrollado un papel progresista (ni en éste ni en ningún otro asunto), ya que por propia esencia, la cultura religiosa es conservadora, tanto en sus dogmas, sus tesis y sus prácticas. Al partir de una visión del mundo estática, recogida en diversos Tratados (supuestamente escritos por apóstoles o por líderes espirituales de las mismas) que parten de unas ideas preconcebidas, cerradas y momificadas, no están sujetas a la evolución propia del pensamiento humano, a la actualización de la moral pública y privada, y sobre todo, al continuo avance en los modelos de relaciones sociales. Y aquí es donde entra de lleno el papel que mujeres y hombres desempeñan en la sociedad, y las visiones anquilosadas que el pensamiento religioso siempre ha consagrado. En ese sentido, está claro que más que ayudar en la propagación de un pensamiento igualitario, las religiones han sido y son adalides de las más aberrantes desigualdades. En el sagrado nombre de las religiones se sigue defendiendo la discriminación de la mujer, su recorte de derechos, su dependencia en todos los sentidos del hombre, y la perseverancia de una serie de prácticas ancestrales, tales como los arreglos matrimoniales llevados a cabo en el seno de las familias, la ablación del clítoris, o el castigo por lapidación para las mujeres adúlteras, entre otras muchas.

Machismo ancestral y religión van unidos, juntos hasta el morir, son absolutamente inseparables, forman las dos caras de una misma moneda, y la inmensa mayoría de prácticas y fenómenos aberrantes que sufren las mujeres en el mundo, no podrían explicarse sin un trasfondo religioso. Y es que la cosmovisión religiosa que lo inunda todo, sobre todo en algunas culturas orientales, es la causa que justifica social y políticamente las diferencias de género, la presencia de poderes masculinos, la ausencia de lideresas religiosas (mujeres), etc. Las religiones siempre han sido y continúan siendo el último faro que justifica todo este conjunto de diferencias ético-jurídico-culturales, que proporcionan todo el marco ideológico donde se bendicen estas prácticas y se socializan todas las diferencias. El vulgo asume sin más que si lo dice la religión, que si lo proclaman los supremos líderes religiosos, ha de ser así, y la Iglesia siempre ha sido consciente del inmenso poder de control mental que proyecta sobre sus feligreses. Podríamos establecer el siguiente parangón: si sustituyéramos todas las asistencias a misa domingueras de la minoría social que hoy día lo hace, y pusiéramos en su lugar la asistencia a charlas sobre educación sexual, orientación política, o participación democrática, hoy día tendríamos un panorama muy distinto al que desgraciadamente poseemos.

Las Religiones, como tremendas aliadas del pensamiento dominante (tenga éste el disfraz o el aspecto que tenga), siempre han sido cómplices de todas las perversas prácticas que éste ha desplegado, y a su vez, el pensamiento dominante siempre ha disfrutado de las diferentes iglesias como fieles aliadas en la difusión de dicho pensamiento. Y de esta forma, y para el caso que nos ocupa, desde la antigüedad religiosa, el papel de las mujeres ha sido defenestrado, infravalorado e insultado. Confucio, el gran pensador chino, que estableció gran parte de los moldes de las sociedades de su época, dejó dicho que "La mujer es lo más corruptor y lo más corruptible que hay en el mundo", y el fundador del budismo, Sidharta Gautama, aproximadamente en la misma época, expresó que "La mujer es mala. Cada vez que se le presente la ocasión, toda mujer pecará". Por su parte, nuestras Sagradas Escrituras, tanto en el Viejo como en el Nuevo Testamento, también atacan directamente el papel de las mujeres. Fue Eva, la primera mujer de la creación, la responsable de instigar a Adán para que cometiera el pecado original, a través de la figura de una serpiente (femenina), y en los textos sagrados se encuentran frase como que "El nacimiento de una hija es una pérdida" o "El hombre que agrada a Dios debe escapar de la mujer, pero el pecador en ella habrá de enredarse. Mientras yo, tranquilo, buscaba sin encontrar, encontré a un hombre justo entre mil, más no encontré a una sola mujer justa entre todas".

Ya el Génesis sentencia a las mujeres en los siguientes términos: "Parirás a tus hijos con dolor. Tu deseo será el de tu marido y él tendrá autoridad sobre ti", o en versículos de Timoteo se refleja que "La mujer debe aprender a estar en calma y en plena sumisión. Yo no permito a una mujer enseñar o tener autoridad sobre un hombre; debe estar en silencio". Y obsérvese cómo después de dos mil años, en pleno siglo XX, las sociedades, aún con sus evoluciones culturales, políticas y económicas, se nos aparecen esculpidas con estos mimbres. A principios de dicho siglo, las mujeres no tenían derecho al voto, debían callar cuando su marido estaba hablando, y durante la dictadura, apoyada en lo social y cultural por el nacionalcatolicismo, las mujeres necesitaban la firma de sus maridos para formalizar cualquier transacción comercial (vender unas tierras, solicitar un préstamo, etc.). Son únicamente una parte ínfima de los mil y un flecos del machismo que llegan hasta nuestros días, auspiciados por la mentalidad religiosa. Durante la dictadura franquista, apoyada por la Iglesia Católica en todas sus facetas y prácticas, la marginación y discriminación de la mujer fue total y absoluta, en todos los aspectos. Se elaboraban incluso vomitivos y escrupulosos panfletos sobre el comportamiento que las mujeres debían tener en casa, con sus maridos y sus hijos. Se hacía apología de la actitud sumisa y complaciente de las mujeres, a las que se relegaba a un papel de esposas y amas de casa, respetuosas y obedientes a sus esposos, y fieles guardianas de la paz del hogar conyugal. Y por supuesto, la Iglesia estaba detrás de la propagación de todo este retrógrado pensamiento.

Aún hoy día, entre la población africana, es común que en nombre de absurdos preceptos religiosos, más de 100 millones de mujeres y niñas son actualmente víctimas de la mutilación genital femenina, practicada como una "tradición" por parteras o ancianas experimentadas, al compás de oraciones y cánticos, a partir del concepto, tradicionalmente machista, de que la mujer no debe gozar sexualmente, privilegio que sólo le está consagrado al hombre en sus culturas. Pero si algún lector o lectora piensa que estamos exagerando y que éstas prácticas están muy alejadas de nuestra mentalidad occidental (bien es cierto que aquí no mutilamos a las niñas), les recomiendo volver a visualizar los reportajes del primer programa monográfico dedicado al sexo que se emitió en TVE allá por los años 80, dirigido por la doctora Elena Ochoa, y donde muchas mujeres, preguntadas por la calle, aseguraban que ellas nunca habían gozado sexualmente en su matrimonio (a pesar de ser madres de varias criaturas), por considerarlo una vergüenza o un pecado. Y por su parte, los musulmanes en su libro sagrado (El Corán) tienen establecido "de serie" el patriarcado, expresado por ejemplo en el verso 38 del capítulo "Las mujeres", que textualmente dice: "Los hombres son superiores a las mujeres, a causa de las cualidades por medio de las cuales Alá ha elevado a éstos por encima de aquéllas, y porque los hombres emplean sus bienes en dotar a las mujeres. Las mujeres virtuosas son obedientes y sumisas: conservan cuidadosamente, durante la ausencia de sus maridos, lo que Alá ha ordenado que se conserve intacto. Reprenderéis a aquéllas cuya desobediencia temáis; las relegaréis en lechos aparte, las azotaréis; pero, tan pronto como ellas os obedezcan, no les busquéis camorra". Párrafo harto ilustrativo.

Uno de los más eminentes filosófos de la teología cristiana, como San Agustín, dejó dicho hace más de mil quinientos años: "Vosotras, las mujeres, sois la puerta del Diablo: sois las transgresoras del árbol prohibido: sois las primeras transgresoras de la ley divina: vosotras sois las que persuadísteis al hombre de que el dialo no era lo bastante valiente para atacarle. Vosotras destruísteis fácilmente la imagen que de Dios tenía el hombre. Incluso, por causa de vuestra deserción, habría de morir el hijo de Dios". Una ideología, como vemos, que presenta a la mujer como un peligroso objeto para el hombre, y una causa para su perversión. Insta al hombre a cuidarse de los perjuicios que la mujer le pueda traer, y a relegar para ella un papel secundario. La mujer es concebida como incitación al pecado, a la decadencia. Su sola presencia ya es sinónimo de malignidad. Su sexualidad es una invitación a la perdición y a la locura del hombre. La figura de la Santa Inquisición, durante toda la Edad Media, condenó a "las brujas" (en femenino) por todas las supuestas aberraciones que practicaban, y gracias a todo este pensamiento, fueron quemadas en la hoguera miles de mujeres, por su supuesta brujería. La idea religiosa seguía siendo la base moral para estas prácticas, instauras por la "Reina Católica", aquélla que se propuso que en todos sus reinos se impusiera la "fe verdadera". Y así, la idea de "pecado decadente" ligado a las mujeres, no sólo en el catolicismo, sigue estando presente en diversas cosmovisiones religiosas, todas de carácter heteropatriarcal. Con todos estos antecedentes, no es de extrañar que el fenómeno machista, de hondas raíces de toda índole, continúe presente en nuestras sociedades. Tantos siglos de influencia de un pensamiento abyecto hacia la mujer no pueden ser borrados con una Ley, ni con mil leyes. Necesitaremos grandes dosis de educación, desde la base, y de erradicación del pensamiento dominante (sobre todo de carácter religioso) para poder eliminar esta lacra.

Aún hoy dia, en pleno siglo XXI, la Iglesia continúa detrás de toda la doctrina social machista, de todas las agresiones hacia el avance en el papel de las mujeres, y de todos los retrocesos en la consecución de una igualdad real entre mujeres y hombres. Mediante sus llamamientos a la defensa de "la familia" como institución sostén de los vínculos sociales, la Iglesia continúa defendiendo y propagando el papel sumiso de las mujeres, y criticando cualquier avance político y social que vaya a favor de la liberación de la mujer y en el avance de su igualdad con el hombre. Y bajo su visión "sagrada" de la vida humana, critican el aborto y el derecho a una muerte digna, pero en cambio guardan un sepulcral y cómplice silencio sobre las prácticas aberrantes de este capitalismo neoliberal que secuestra nuestras vidas, y que es el último responsable de la precarización y del sufrimiento de millones de vidas de mujeres y de hombres. Ahí se destila su más evidente hipocresía, y se ponen en evidencia sus perversos principios. Hemos de desembarazarnos de la losa de las religiones, del peso que proyectan sobre nuestras conciencias, hemos de tirar el vaso que llena nuestras mentes, el vaso procedente de su doctrina, para liberar nuestra mente, y que pueda entrar el nuevo líquido, el otro vaso, el vaso que contiene la liberación, el pensamiento alternativo, la igualdad, el progreso y la justicia. Las religiones siempre han ido en el camino contrario a estos valores. Ya es hora de rebelarse contra la condena de las religiones. Resulta de todo punto un imperativo ético de nuestras sociedades plantear la ruptura con todos estos valores patriarcales y misóginos que la religión ampara.


Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.es

"Hay que hablar de por qué la mujer negra es la mayor víctima de violación en Brasil"

Entrevista a Djamila Ribeiro, investigadora y profesora de filosofía política en la Universidad Federal de São Paulo y Subsecretaria de Derechos Humanos en la ciudad de São Paulo

Djamila Ribeiro, mestre em filosofia política, ativista feminista e secretária-adjunta de Direitos Humanos de São Paulo.
http://brasil.elpais.com

Traducción del portugués: Alfredo Iglesias Diéguez

La violación en grupo de una de 16 años en Río de Janeiro provocó un intenso debate acerca de la cultura de la violación y una serie de manifestaciones en todo el país contra el machismo y también contra el racismo. La razón: la violencia contra las mujeres negras se disparó y, a pesar de que hay quien quiere descalificar el debate (llamándolo cantinela[1] feminista), más allá de este hecho concreto (la víctima era una joven negra y pobre), los datos del Mapa de la Violencia (2015) confirman el problema. Para Djamila Ribeiro, de 35 años y una de las activistas más conocidas del movimiento feminista negro actual, solamente desconstruyendo el mito del país en armonía y libre de racismo será posible crear políticas eficaces para abordar la violencia de género.Djamila es investigadora y profesora de filosofía política en la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), blogger, madre de una niña de 11 años y, desde hace dos meses, Subsecretaria de Derechos Humanos en la ciudad de São Paulo. En una entrevista con El País, habló sobre las diferentes luchas dentro del movimiento feminista y el racismo enraizado en nuestra cultura.

-Marina Novaes: El caso de la violación colectiva en Río en el mes de mayo provocó una reacción muy fuerte entre las mujeres de este país. Además, planteó un debate sobre el tema del racismo y la cultura de la violación. ¿Cuál es la relación entre estas dos cuestiones?
-Djamila Ribeiro: La cultura de la violación era evidente porque se trataba de un acto brutal en Rio. Pero quedó claro que la mayor parte de la sociedad ve eso como un fenómeno, como algo puntual. Ese debate, desarrollado por el movimiento feminista es importante para demostrar que ese hecho no es sino parte de una cultura, una rama del machismo. En cuanto a la cuestión racial, tenemos que analizar por qué las mujeres negras son las que más sufren este tipo de violencia. La encuesta Violencia Sexual, realizada por UNICEF, muestra que las mujeres negras son las principales víctimas de este tipo de violencia. No es un fenómeno. Es parte de una estructura. Si consideramos el contexto histórico de Brasil, tenemos un país con una con herencia esclavista de más de 300 años de esclavitud. Y en el período esclavista las mujeres negras eran sistemáticamente violadas por sus dueños. Cuando hablamos de cultura de la violación es necesario establecer esa relación directa entre la cultura de la violación y la colonización. Todo está conectado, un grupo que combina la doble opresión: además del sexismo, sufre el racismo. Por supuesto, todas las mujeres son vulnerables, susceptibles de ese tipo de violencia sexual. Pero cuando hablamos de las mujeres negras existe ese componente adicional que es el racismo. También está el tema de la ultrasensualización de la mujer negra, haciendo de ella un objeto sexual lascivo... Están tan deshumanizadas que, de alguna manera, incluso se quiere justificar la violencia que se ejerce contra ellas. Si lucho contra el machismo, pero ignoro el racismo, sigo alimentando la misma estructura. -MN: ¿Hay falta de diálogo dentro del movimiento feminista?
-DR: Dentro del feminismo, hay un tema que las mujeres negras tratan de poner encima de la mesa desde los años 70, referido al hecho de que las mujeres blancas, de alguna manera, universalizaron la categoría mujer, sin darse cuenta de que hay varias posibilidades de ser mujer: la mujer negra, la mujer blanca, la mujer indígena, la mujer lesbiana, la mujer pobre... No obstante, mientras no pensemos con esas categorías entre nosotras, dejaremos un gran grupo de mujeres fuera del debate. El movimiento feminista, durante mucho tiempo, no fue más que un movimiento de mujeres blancas de clase media que estaban preocupadas únicamente por las opresiones que les afectaban a ellas, haciendo caso omiso de las opresiones que sufrían otras mujeres en una posición más vulnerable. No tener esa perspectiva de que somos diferentes a menudo provoca que mujeres que han gozado de algún privilegio reproduzcan opresiones sobre quienes están en una posición más vulnerable. Esta es la cuestión que el movimiento feminista negro pone encima de la mesa. También queremos estar representadas en el movimiento. No se puede pensar sólo en lo que nos afecta, pues en ese caso acabaremos perpetuando el mismo poder que queremos combatir. En ese sentido, es necesario que las mujeres que tienen algún privilegio se abran a ese debate, no que lo vean como una afrenta o un insulto.
-MN: Usted escribió en uno de sus artículos sobre esas luchas diversas dentro del movimiento feminista, señalando cómo en el momento en que las mujeres blancas luchaban por el derecho al voto, las mujeres negras se esforzaban por ser reconocidas como seres humanos en la sociedad. Centrándonos en el momento actual, ¿cuáles son las principales diferencias entre bandos dentro del movimiento?
-DR: Creo que el diálogo ha mejorado bastante desde hace unos años. No obstante, detengámonos en el tema de la violencia doméstica. El estudio Mapa de la Violencia 2015 demostró que en los últimos diez años, un período en el que estuvo vigente la Ley Maria da Penha[2], disminuyó un 9,6% el asesinato de mujeres blancas en Brasil y aumentó en un 54,8% de las mujeres negras. Es un número absurdamente alto. Si nos fijamos en el mercado de trabajo, por ejemplo, en el número de trabajadoras domésticas: las mujeres negras siguen siendo la mayoría. La cuestión del aborto: las mujeres negras son las más mueren porque, siendo el aborto un crimen, las mujeres que tienen una mejor condición económica abortan en unas condiciones de seguridad e higiene, por lo que no se .mueren al abortar... Es necesario comprender que las mujeres negras necesitan una mirada específica. Es necesario romper con esa mirada universal que a menudo alcanza solamente a un grupo específico. Si hay un grupo que es más vulnerable, ese grupo es el que necesita más atención. Es una minoría dentro de la minoría.
-MN: El hecho de que no reconocer que las mujeres negras son más vulnerables, ¿tiene su origen en la dificultad que el brasileño tiene para reconocer que es racista? ¿Viene de nuestra educación?
-DR: Esa es una buena pregunta. Brasil es un país de mayoría negra, pero la gente no debate con eficacia contra el racismo. Y creo que eso se debe, en parte, al mito de la democracia racial que se creó en Brasil. Un mito que nos hace pensar que aquí no hay racismo. Que racismo era lo que existía en los Estados Unidos o en Sudáfrica, porque allí el racismo estaba recogido en la Constitución, mientras que aquí, en Brasil, eso no pasa... No reconociendo que aquí hay racismo institucional. Siempre pongo el ejemplo de la Universidad de São Paulo, porque creo que es un clásico: si vas allí y ves, ¿cuál es el color de la gente que está limpiando y cuál el de las personas que están en clases? Además, en tanto que en Brasil la segregación es muy evidente, lo que necesitamos es discutir sobre el racismo de una manera más eficaz, porque hemos crecido en el mito armónico de las razas, de que la gente se lleva bien, de que somos un país de mestizaje, olvidando que el principal motivo de ese mestizaje fue la violación de mujeres negras, de mujeres indígenas... Se quiere alabar los puentes que existen, pero no se quiere hablar de las barreras que nos separan. Y eso, en gran parte, se debe a la dificultad de considerar a Brasil como un país racista. Tenemos que trabajar en ello de manera más efectiva en la educación.
-MN: ¿Cuál debe ser el papel del hombre para ayudar a terminar con el machismo?
-DR: Creo que sobre todo lo que hay que discutir es la cuestión de la masculinidad. La masculinidad hegemónica, tal y como está construido, está directamente relacionado con la cuestión de la violencia y la agresión. Desde muy pequeño los niños son educados para ser el macho, el proveedor, violento, agresivo. Si vivimos en una sociedad donde los hombres violan a las mujeres, es porque estamos creando hombres que piensan que pueden hacerlo. Este debe ser el punto principal: ¿cómo se deconstruye esa masculinidad violenta? Discutiendo entre ellos, creo que sería fundamental. Ellos pueden y deben ser compañeros y aliados apoyando nuestra lucha, dando visibilidad... Si usted es profesor, debatiendo sobre el tema en el aula. Si usted es empleador, pagando el mismo salario a hombres y mujeres por el mismo trabajo, creando alternativas para las madres trabajadoras. Si usted es un profesor de la universidad pública, apoyando la lucha de las estudiantes para que se abran guarderías en las escuelas, ya que la guardería es también residencia de estudiantes. Si está con amigos y un amigo acosó a una mujer, hable con él para decirle que eso es acoso, no una galantería. Si está en casa, divida las tareas del hogar, la responsabilidad de cuidar a los niños. Esa es una gran ayuda para el movimiento feminista, sin necesidad de tener que coger un micrófono y hablar por nosotros. Es mucho lo que los hombres pueden hacer, deben hacer, con esa acción concreta, ya que es la masculinidad hegemónica lo que nos está matando. Es importante que los hombres estén dispuestos a deconstruir.
-MN: Hay mujeres que tienen miedo a considerase feministas, que piensan que el feminismo es malo. ¿Cómo lo ve? DR: Nadie nace conociendo la opresión que sufre. Ahí se llega después de un proceso de toma de conciencia que adquirimos con el tiempo. Además, hay otra cuestión que el machismo sabe hacer muy bien: crear una serie de mitos en torno feminismo, que fue una forma más de evitar que las mujeres se unieran. De hecho, cuanto más se unan las mujeres, mejor se manifestará la ideología feminista. Por eso se inventaron los mitos de que la mujer feminista odia a los hombres, de que la mujer feminista es una mujer muy agresiva... como una forma de aparatar a las mujeres de esa acción. Cuando se entienda qué es el feminismo, no habrá ninguna razón para que no se quiera ser feminista. Si ser feminista es luchar por la igualdad de las mujeres, para que las mujeres sean tratadas como seres humanos, para que podamos vivir en una sociedad igualitaria y justa, no hay ninguna razón para no ser feminista.

-MN: ¿Qué es la interseccionalidad del feminismo?

-DR: Los movimientos operan con la misma lógica que la sociedad. Excluyen y eligen su propio objeto de trabajo. En consecuencia, el movimiento negro que lucha contra el racismo, por ejemplo, tiene una mirada muy masculina; el movimiento feminista, tiene una mirada muy blanca; el movimiento LGBT privilegia al hombre gay blanco... En ese sentido, la interseccionalidad busca crear formas de orientar nuestras políticas de manera que nos demos cuenta de esa diversidad. De lo contrario, seguiremos eligiendo qué vidas son importantes y cuáles no. (...) En el momento de pensar políticas necesito tener una mirada interseccional para llegar a los grupos vulnerables, porque si universalizo un grupo o una lucha, no nombro el problema. Y si no lo hago así, esas personas permanecerán invisibles, sus problemas no serán nombrados y, si no nombro sus problemas, nunca seré capaz de pensar una solución. -MN: Cambiando un poco de tema, ¿qué piensas del movimiento escuela sin partido [3]?
-DR: Es un retroceso. Me parece gracioso el argumento, pues no hay nada exento de ideología. Desde el momento mismo en que usan ese argumento, están hablando de una ideología, una ideología excluyente. Una ideología que supone el fortalecimiento del orden establecido, para conseguir que esas cuestiones permanezcan al margen. Debatir estas cuestiones es sólo para nosotros entender que estas personas existen, hasta qué punto es necesario educar en el respeto. No me gusta el término "tolerancia". Las personas tienen que ser respetadas. Es muy importante tratar esos temas en las escuelas, que pueden ser un espacio muy importante en la transformación mentalidad. Pero, de la manera en que, por lo general, se encuentra en la actualidad, acaba reproduciendo la violencia. Hay que enseñar portugués y matemáticas, pero se deben enseñar temas de género, temas raciales... porque todos esos temas son transversales y tienen que ser trabajados en todas las disciplinas. Cuando la gente empieza a estudiar estos temas, estamos emponderando a esos grupos, dando voz a los grupos que nunca la han tenido, y entonces la gente comenzará a reclamar sus derechos. Y todo eso significa la pérdida de privilegios de quienes están en el poder.

Notas del traductor
[1] En el texto original la expresión usada es mimimi, una expresión usada de forma peyorativa para describir o imitar a una persona que reclama; es una onomatopeya que imita el sonido de un lloro quejumbroso.
[2] La Ley Maria da Penha, es la denominación popular de la Ley 11.340, de 7 de agosto de 2006 (bajo el mandato del presidente Lula da Silva y auspiciada por Jandira Feghali, del PCdoB), por la que se crean mecanismos para combatir la violencia doméstica y familiar contra la mujer. Su nombre procede de la farmacéutica Maria Penha, quien fue víctima de violencia de género durante los 23 años que duró su matrimonio.
[3] Escuela sin partido es el nombre que se le da al proyecto de Ley 193/2016 de la autoría de Magno Malta, representante de la bancada evangélica en la Cámara de los Diputados, aunque hay otros proyectos en tramitación con el mismo objetivo: lograr la aprobación de una ley inspirada en el movimiento fundado por Miguel Nagib, quien dice estar preocupado ‘por el grado de contaminación político-ideológica en las escuelas brasileñas’. Este proyecto es un elemento clave del gobierno ilegítimo de Temer para desmantelar la educación pública en Brasil y su objetivo es anular el carácter crítico de la formación académica, censurar toda discusión y posicionamiento político y cortar de raíz cualquier discusión que se pueda originar en las aulas sobre temas de género, racismo, políticas de igualdad…

Fuente: http://brasil.elpais.com/brasil/2016/07/14/politica/1468512046_029192.html
Publicado el 23 de julio de 2016 en la edición brasileña de El País.

Corazón valiente: Dolores Fonzi




Página 12


Bella, con esos ojos que le descubren el alma, Dolores Fonzi pidió la libertad para Belén, la joven presa hace más de dos años en Tucumán por un aborto espontáneo. Lo hizo frente a un auditorio colmado de figuras del cine iberoamericano, al recibir este domingo el Premio Platino TNT por mejor interpretación femenina en la película La patota. Su personaje, Paulina, como Belén, invoca el derecho a una decisión individual irrenunciable, rebelada contra algunos mandatos asfixiantes que impone la moral social. “Quiero dedicarles este premio a las mujeres víctimas de violencia, víctimas de discriminación. Para que el Estado deje de oprimir nuestros derechos. Libertad para Belén porque Belén somos todos y sin libertad no somos nada.” Este no fue su único manifiesto con cartel en letra de imprenta incluido. Indignada, tomó el caso como una cruzada personal hace tiempo, para replicarlo en su cuenta de Twitter. Este martes, 48 horas después de pronunciarse en el Centro de Convenciones de Punta del Este donde transcurrió el evento, publicó en @FonziDolores “El ministro fiscal dictamina a favor de Belén”. Se refería al jefe de los fiscales de Tucumán, Edmundo Jiménez, quien luego de analizar la causa pidió a la Suprema Corte que se le otorgue el recurso de Casación presentado por la abogada Soledad Deza, en defensa de Belén.

Según Jiménez, “el fallo es arbitrario y por ende, nulo”. Manifestó que deja entrever “un prejuicio de falsedad desde el comienzo de la investigación respecto de los dichos de la imputada”, que se encontraba “en una situación de vulnerabilidad física y mental”, algo que en su opinión nunca fue tenido en cuenta por los jueces. La declaración del domingo frente a cámara llegó a millones de personas y fundó en minutos una red de apoyos y solidaridades que se sigue fortaleciendo. Una de sus amigas, la actriz Julieta Cardinali (@cardinalijuliet) publicó “La más ganadora del mundo @FonziDolores te amo amiga valiente y libre #LibertadParaBelen”. A la dedicatoria se sumó Carla Peterson (@carlapetersonA): “Siento mucha admiración por ella @FonziDolores #LibertadParaBelen”. Victoria Donda (@vikydonda) -entre tantxs más- dijo “Grossa @FonziDolores felicitaciones x el premio y x el pedido”. Dolores, que por si quedara alguna duda rubrica en la biografía de su perfil “Soy feminista. Quiero igualdad”, confirma en el minuto a minuto de retweets diversos su compromiso social y político para desandar estereotipos, en la difusión y apoyo del proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo, en el editorial de Abuelas de Plaza de Mayo sobre el daño que le hace Darío Lopérfido a los derechos humanos, por el cese del desmantelamiento del programa de Educación Sexual Integral y en el reciente tetazo nacional por el derecho a amamantar. Paulina, la maestra rural que le valió el galardón como mejor actriz, es violada por un grupo de jóvenes de un barrio de Misiones y toma una decisión personalísima pese a las resistencias de su padre y su novio. “Lo que pide Paulina es que nadie se meta, que la dejen encontrar su propio ritmo”, advierte en una entrevista para este diario tras el estreno de la película en junio de 2015, dos semanas después de la primera marcha de #NiUnaMenos. “Se opone al orden establecido al pedir que el compromiso sea de todos: lo que propone es no más violencia para nadie (…).

Claro que es raro de entender, porque su certeza no tambalea ni cuando es ella misma la víctima. Se trata del rol de la mujer libre, de la soberanía sobre su cuerpo y la decisión de no limitarse a ser una víctima.” La discusión del derecho al aborto, agrega, ya debería estar zanjada. “La mujer debería ser libre de poder elegir su camino.” A principios de julio encontró un reportaje a René Favaloro fechado en 1998. Conmovida, publicó un párrafo que abraza su pensamiento y la representa. “Los ricos defienden el aborto ilegal para mantenerlo en secreto y no pasar vergüenza. Estoy harto de que se nos mueran chicas pobres para que las ricas aborten en secreto. Se nos mueren nenas en las villas y en algunos sanatorios hacen fortunas sacándoles la vergüenza del vientre a las ricas. (…) Con el aborto legal no habrá más ni menos abortos, habrá menos madres muertas. El resto es educar, no legislar.” La valiente Dolores concluyó entonces “¿Alguna duda? #AbortoLegal”.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-10763-2016-07-30.html

¿El feminismo odia a los hombres?

Hay quienes piensan que sí. Y hay quienes están absolutamente convencidos y lo seguirían afirmando aunque lograran entrevistarse con cada feminista de este país, y con sus maridos, y cada uno les jurara que no es cierto. Este artículo lo escribo pensando más bien en el primer grupo.
El feminismo es la única revolución social que triunfó en el siglo  XX y hoy, aunque sólo hemos recorrido un tramo del camino,  la mayor parte de la gente es feminista. Si quieres averiguar qué sienten realmente  las mujeres feministas por los hombres y qué les impulsa es muy fácil. Sobran los artículos didácticos. Basta con preguntarte a ti misma, o mirar alrededor y ver qué desean tus amigas, tus hermanas, tu madre, tu novia o tu hija. Apostaría que te quieren y todas comparten básicamente las mismas reivindicaciones. Cuestiones como que sus cualidades sean reconocidas y valoradas, mantener relaciones igualitarias y por supuesto consentidas, que no se las valore sólo por su físico, ser económicamente independientes, o salir a la calle sin correr peligro aunque sea tarde o sean las fiestas del pueblo.
Como nadie que se sienta feminista guarda por ello ningún odio especial hacia los hombres y esto es muy fácil de comprobar, la gente que denuncia el feminismo habla de «las feministas» como si las feministas «de verdad» formaran un lobby aparte, un poder en la sombra, una mano negra que conspira sin que sepamos de su existencia. Un club misterioso al que nunca nos invitan pero que se ha mostrado abiertamente frente a quienes lo denuncian. Por alguna razón esa gente a la que nunca vas a ver apoyando un acto feminista ni colaborando en ninguna acción, «conocen» mejor que nadie lo que las feministas hacen, sienten, y piensan.

Para una parte de la sociedad la teoría del «poder feminista en la sombra» resulta creíble porque sirve  para explicar cómo cuatro locas ignoradas o perseguidas cambiaron la vida que tenemos hoy. Sin violencia. Sin guerras. Sin recursos. Ni poder ni dinero. Sin embargo el movimiento feminista ha encontrado  una fuente de energía inagotable. Es el impulso que da mucha gente haciendo cosas pequeñas, el de mucha gente pensando lo mismo y llegando a las mismas conclusiones a la vez en lugares distintos, el esfuerzo sumado de generación tras generación de mujeres  que emprendieron su camino allí donde otras lo dejaron. Las personas que  luchan por su  libertad, sus derechos básicos, y por el futuro de la siguiente generación, no importa lo vulnerables que sean; ni el tiempo que tarden; ni lo que las putees. Nunca se rinden. Su convicción siempre es más fuerte que la de quienes han usurpado el poder y ostentan unos privilegios ilícitos.
El feminismo lleva mucho tiempo tejiendo redes a base de empatía, generosidad, orgullo, solidaridad  y esfuerzo, y prospera allí donde se crean  espacios de apoyo mutuo. Cada avance del feminismo es también un triunfo de la capacidad  humana para la  cooperación horizontal  frente a la inclinación humana de explotar al más débil. No, el feminismo no necesita odiar a nadie, el compañerismo  y la dignidad son armas más poderosas que el odio.
Si me preguntaran qué piensa el feminismo de los hombres, respondería  que lo mismo que piensa de las mujeres. Todas y todos  nacemos libres y racionales para escoger quiénes somos, nuestro sexo no dicta nuestra manera  de sentir o de pensar, ni nuestros gustos, nuestras expectativas o capacidades.  El feminismo es la única teoría que no explica la violencia masculina tratando de aludir a su naturaleza, como tampoco considera que la dependencia sea inherente al carácter femenino. Da igual que seamos hombres o mujeres, aprendemos los roles de género y los interiorizamos como propios de nuestro sexo.
Me gusta imaginar que si hubiera sido un hombre sería un hombre feminista. Por justicia y solidaridad,  pero sobre todo porque el feminismo me permitiría ser yo mismo y una persona íntegra. También para ser amado  por alguien que me viera a mí  realmente,  sin exigirme cumplir un estereotipo. Al fin y al cabo son razones que también tengo ahora. Sólo que ahora casi  todos los días escucho o leo algún comentario que como mujer me ofende profundamente. Sin embargo esto no cambia mi visión de los hombres ni disminuye mi confianza en las personas. Por eso tampoco creo que siendo un hombre reaccionara ante cualquier ofensa que un día alguien dijo en alguna parte  cuestionando mi apoyo al feminismo, por más que a algunos les pese.

Hay quienes se entretienen recopilando cualquier expresión o gesto feminista que pueda servir para representar a todo el movimiento como conflictivo o peligroso. Luego los magnifican y los usan  para publicitar las teorías del odio y de la conspiración feminista.  A mí  me parece que podemos llegar a ser bastante bordes pero el problema no es feminismo. No es el feminismo el que hace que las mujeres se endurezcan y se cabreen, ni es el feminismo el que les hace sentir rencor ni ira, si las mujeres protestan y se encaran no es por el feminismo sino por el patriarcado y las agresiones que sufren, eso es lo que hace que algunas veces nos enfurezcamos. El feminismo aporta herramientas de análisis y permite racionalizar el dolor canalizando  esa toma de conciencia hacia algo constructivo,  es un largo camino que requiere capacidad crítica y, aunque no niega la realidad,  va dirigido a   buscar el modo de cambiar las cosas, por eso aporta alegría y confianza, y también esperanza y satisfacción muchas veces.
Lo inquietante es el silencio.
Las injusticias existen aunque nadie las nombre  y duelen aunque nadie las vea. La negación  y el sometimiento  depositan en el fondo un lodo que vuelve  la mente resbaladiza.
Cuando era pequeña oía decir a la gente «del agua mansa líbreme Dios».
No acabé de entenderlo hasta que pasaron los años.


FUENTE ORIGINAL: http://www.lavozdeasturias.es/noticia/asturias24/2016/07/27/feminismo-odia-hombres/00031469621036030125411.htm

miércoles, 27 de julio de 2016

La feminista alemana, Helene Lange (1848-1930)


En 1893, en la primera página de la revista Die Frau (La mujer), Helene Lange afirmaba: La cuestión de la mujer es también la cuestión del hombre. Helene está considerada como  una de las principales impulsoras del movimiento feminista en la Alemania de finales del siglo XIX. Dedicó su vida a la defensa de los derechos de las mujeres desde el ámbito pedagógico, formando a maestras y reivindicando el acceso de las mujeres a las instituciones educativas. 


Helene Lange nació el 9 de abril de 1848 en la ciudad alemana de Oldemburgo en el seno de una familia de clase media. Helene perdió a su madre, Johanne Dieck, cuando era una niña de seis años. Su padre era un comerciante llamado Carl Theodor Lange.

La pequeña, que sufría una deficiencia visual, tuvo acceso a una buena educación que le permitió trabajar primero como institutriz y más adelante, a partir de 1876, como profesora en una escuela femenina privada de Berlín. Consciente de la importancia que tenía para la emancipación de la mujer su acceso a la educación, Helene Lange fundó varias escuelas en las que las niñas tenían las mismas oportunidades que los niños. Además, presidió durante un tiempo la Asociación Alemana de Profesoras. 



Helene Lange dedicó su vida al feminismo alemán acompañada de su fiel amiga y compañera sentimental Gertrud Bäumer, una política alemana unida también al movimiento feminista. Ambas firmaron a principios del siglo XX el Manual del movimiento feminista y fueron las editoras de la revista Die Frau que se publicó a lo largo de más de cincuenta años, desde 1893 hasta 1944. 



En los últimos años de su vida, entre 1919 y 1921, fue miembro del Parlamento de Hamburgo, cargo que le permitió continuar con su labor en favor del feminismo, movimiento del que se convertiría en todo un símbolo en Alemania.

Helene Lange fallecía en Berlín el 13 de mayo de 1930. 


Por Sandra Ferrer

martes, 26 de julio de 2016

Feminización de la política




Periódico Diagonal


La idea de feminizar la política ha resurgido con fuerza en los últimos tiempos al calor de los debates que indagan cuáles podrían ser los nuevos sentidos de la transformación. Sentidos que ya no se encuentran ligados solo a la palabra o a la idea, sino imbricados, de modo quizá más urgente que nunca, debido a la intensificación neoliberal, con los cuerpos y con la vida.Hay para quienes feminizar la política tiene que ver con la presencia de mujeres en las instituciones. En el caso de España, ésta ha sido muy destacable en los últimos tiempos, sobre todo desde la llegada de Manuela Carmena y Ada Colau a las alcaldías de Madrid y Barcelona; acceso impensable –no hay que olvidarlo– sin el proceso colectivo, heterogéneo y multifacético que viene gestándose desde el 15M. Pero si observamos de cerca el desarrollo de las luchas de las últimas décadas, aparecen otros aspectos que resitúan su importancia desde un ángulo diferente, más allá de las políticas de género y las posibles derivas, no siempre favorables, de institucionalización del feminismo.

Por lo pronto, encontramos el indiscutible protagonismo de las mujeres en las luchas contra el neoliberalismo a lo largo del mundo entero en torno a la defensa de derechos fundamentales, la reproducción de la vida o la protección de bienes comunes –tierras, bosques, aguas y comunidades enteras acechadas por los megaproyectos capitalistas–. Pero, además, asistimos, de un modo quizá inédito en la historia, a la extensión de los saberes y prácticas heredadas de los movimientos de mujeres, feministas y queer, que ponen la defensa de la vida en el centro y que hacen del cuerpo un campo de batalla inesquivable. Estos movimientos insisten en no olvidar la red de elementos materiales e inmateriales, alteridades y diferencias, que constituyen la misma posibilidad de ser. Su desconsideración lleva al fracaso en la medida en que se deja de lado aquello que soporta nada más y nada menos que el existir: cuerpo, vida, cuidado, interdependencia.

Desde esta óptica, ¿cómo pensar la feminización de la política para atender lo que en ella habita como potencia transformadora y que abre un desafío para los procesos de politización en general? ¿Y cómo pensarla para escapar de una visión reaccionaria que exalta cualidades innatas e idealizadas de las mujeres como nuevo pretexto para no interrogar la construcción desigual del género?
Feminización como práctica feminista situada[1]
¿Cómo podríamos definir entonces la feminización de la política? Puede entenderse como la extensión de la práctica feminista al conjunto diverso de lo político. Para desentrañar el sentido de esta afirmación, hay que tener en cuenta varias cosas. La primera es que la práctica no es lo contrario a la teoría, sino un conjunto de saberes , discursos y modos de hacer materializados en situaciones concretas. En este sentido, una práctica resulta inseparable de los momentos históricos y de las ubicaciones particulares en las que se inscribe. Y lo político no se refiere a lo institucional ni a la representación partidista. Se trata de la expresión de la capacidad humana para modificar las cosas.
La segunda: su uso debe comprenderse vinculado más al desarrollo de los movimientos feministas –discursos, metodologías, problemáticas– que a una esencia femenina. Lo femenino puede oscurecer contenidos, proyectando una determinada figuración normativa de la Mujer sobre todas las mujeres. No producir nuevas exclusiones pasa por interrogar dichos contenidos, abrir el importante debate sobre cómo una sociedad prefigura lo femenino. ¿Qué imaginarios damos por sentado? ¿Qué cuerpos los encarnan y cuáles no? Los movimientos feministas han tratado de cuestionar esas imposiciones preguntando siempre: ¿Cómo es que una mujer llega a ser lo que es? ¿A través de qué dispositivos de poder y enunciados persistentes logra consolidarse la categoría de lo femenino como si fuese natural?

Procurar, insistir y multiplicar otros valores 

La tercera: no se trata de que haya más mujeres en las instituciones o en los espacios de organización política. La presencia de mujeres es importante simbólicamente en un mundo dominado por hombres: hay que insistir en ella. Que las regidoras de las dos principales ciudades de España sean mujeres disloca las creencias sobre los papeles asignados, como cuando se defiende, de modo más o menos directo, que las mujeres deberían mantenerse en el hogar. Sin embargo, esto no puede constituir el epicentro de nuestra imaginación política. Y ello por dos motivos, uno más obvio que otro. Si no existen algo así como valores naturalmente femeninos, y tampoco algo que automáticamente los convierta en buenos, la presencia de mujeres no garantizará per se el cambio. Tenemos infinidad de ejemplos en la política actual de mujeres que se posicionan del lado del poder o que en nombre de determinada feminidad justifican interpretaciones reaccionarias del cuidado –recato, sumisión, vuelta al hogar, doble jornada, moral sexual o incluso rechazo del aborto–.

Si apelar a valores dados puede ser una trampa, entonces deben ser procurados. Aquí cobra sentido el motivo menos obvio al que nos referíamos: al desencializar la feminización de la política, pasamos de una lógica descriptiva –donde se contabilizan las mujeres presentes o se presuponen cualidades innatas no cuestionadas– a una creativa, donde debemos poner a circular nuevos valores. Pero hacerlo no desde el vacío, sino escuchando, retomando y multiplicando los conocimientos y herramientas que brindan las prácticas feministas, así como los saberes de quienes habitan posiciones de subalternidad.

De su potencia, victoria y desafío

Dicho esto, podemos pensar la feminización de la política como una potencia; una potencia que radica en dos aspectos. Por una parte, se refiere a una victoria: el feminismo se ha convertido en un lugar más común, incluso en países extremadamente peligrosos para las mujeres como México. Se ha impuesto un prerrequisito de igualdad que se abre paso poco a poco, aunque no con poca resistencia[2]. Reivindicaciones antes marginales son cada vez más difíciles de eludir y los sentidos del ser mujer están siendo ampliados: las mujeres tienen expectativas vitales más allá de la familia, los cuerpos disidentes que escapan a los marcos convencionales de comprensión del género son más visibles y se incorporan saberes ligados históricamente a las mujeres. Esta extensión del feminismo no se expresa necesariamente en términos de una ideología, como pudimos ver en la impresionante movilización del 24 de Abril en México que se hizo eco más bien de un malestar común. Incluso parecería que para que pueda tener lugar esta extensión necesita deshacerse de los aspectos más codificados o identitarios.[3]

Por otra parte, se refiere a un desafío: incorporar las lecciones feministas para la política. De tantas, ¿cuáles son especialmente relevantes en nuestro tiempo?La primera: hacer de las diferencias un asunto central. En otras palabras, permanecer alerta a los efectos de exclusión producidos por las categorías sexuales, raciales o de clase con las que se maneja una sociedad. La política debe ser una práctica que ensanche constantemente sus fronteras, creando espacios políticos que en lugar de constreñir u homogeneizar habiliten las diferencias. Segunda: poner el cuerpo. Históricamente, la política se ha interpretado más como un discurso que como un afecto en el que los modos de ser –también el género o la sexualidad– se ponen en juego. Es fundamental que los estilos no reproduzcan las figuras masculinizadas dominantes. Tercera: parcialidad e inacabamiento. Los feminismos enseñan al respecto que cabe un hacer no heroico, que, en lugar de impulsar proyectos de emancipación totalizantes –pensables solo desde posiciones desencarnadas–piensa el compromiso en el mundo donde cada individuo o colectividad están enraizados. Esto no significa abandonar el acceso a lo general ni ceder al relativismo; pero sí una crítica a los absolutos y a las posiciones definitivas –tan propicias para las batallas identitarias–. Y cuarta: situar el cuidado de la vida, las condiciones por las que se hace sostenible, en el centro. No se trata de reproducir relaciones de cuidado generadas en la desigualdad de un sistema que pone a las mujeres a cargo del hogar y a los hombres en la esfera «productiva» –hay que preguntar siempre: cuidar, sí, pero, ¿en qué condiciones: sobre qué interpretaciones culturales del cuidado, desde que estratificaciones sexuales?–. El cuidado debe entenderse como una palanca para la transformación: no hay que olvidar que el capitalismo globalizado se sostiene sobre cantidades enormes de trabajo invisible organizado según una ideología heteropatriarcal. La economía no puede desmontarse sin desmontar esa ideología.

Horizontes: devenir feminista de la política

Cuando la feminización de la política se piensa en estos términos, inmediatamente deja de ser un asunto solo de mujeres –de su presencia, valores o cualidades–: interpela las fronteras de los espacios políticos que creamos, las representaciones de género naturalizadas en una sociedad, las normas sexuales inscritas en los cuerpos, la organización socioeconómica en su conjunto o la ausencia de democracia en el interior de los hogares. Nos encontramos, más que con la extensión de lo femenino, ante una apuesta política indispensable de nuestro tiempo por reconstruir la vida común desde otros criterios ético-políticos.

Por último, cabe preguntar, ¿por qué ahora esta reverberación del feminismo, inconcebible hace solo unos años? Vamos a lanzar una hipótesis: desafiar las condiciones actuales del capitalismo exige algo de los feminismos. Pero no en el sentido de disponer de un ideario programático o de diseño institucional, sino en el de su capacidad para activar una política diferente; que recupera el cuerpo como lugar de resistencia, insiste en la profunda conexión entre poder y sujeto, piensa el cuidado de la vida en toda su diversidad, articula micropolítica con esferas globales, posibilita nuevos protagonismos, expresa las diferencias y piensa la vida común desde ellas.

El colapso civilizatorio lo es también de los valores masculinizados que han ido ligados a una determinada compresión del mundo –desarrollo, progreso, razón, dominio, individualismo–. Experimentamos su agotamiento en los efectos devastadores sobre la vida, y en un día a día más y más insostenible. Los feminismos ensayan visiones alternativas; intuiciones y propuestas tejidas por procesos, diálogos y afectos, movilizados en diferentes niveles para contrarrestar las políticas neoliberales. Necesitamos estas otras miradas. Por ello, más que feminización, quizá se trata de un necesario devenir feminista de la política.

[1] Este texto (ahora ligeramente modificado) fue publicado en la revista La Circular como respuesta a una serie de preguntas a las que contestaron también Clara Serra Sánchez, Justa Montero, Ángela Rodríguez Pam, Xulio Ferreiro. Sus respuestas, muy inspiradoras para el debate, pueden leerse aquí:http://lacircular.info/feminizacion-de-la-politica/
[2] De modo terrorífico, vemos cómo la violencia contra las mujeres no solo no ha dejado de producirse, sino que se está intensificando. Asistimos a una verdadera guerra en la que las violaciones colectivas (en los dos últimos meses, los casos más conocidos han sido en Brasil, Argentina y España), el abuso de niñas e incluso bebés, el descuartizamiento de cuerpos de mujeres previamente violentados están a la orden del día. Habría que ver hasta qué punto estos actos que apenas podemos nombrar por el horror que comportan son una respuesta reaccionaria a esta extensión del feminismo. [3] Deshacerse de la parte más codificada de una ideología no es deshacerse de sus contenidos, sino abrirlos de modo que sean accesibles para muchos (sin el peso, por ejemplo, de la moral izquierdista).

Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/blogs/vidasprecarias/feminizacion-la-politica.html

sábado, 23 de julio de 2016

La hija menor de Irène Nemirovsky

Por Iñaki Urdanibia

De raza le venía a la galga – femenino de galgo -, y para muestra este botón.

Dos hijas tenía la escritora, que en el momento de su detención quedaron a cargo de su padre, el físico metido a banquero Michel Epstein, que no tardó en correr la misma suerte que su esposa: ella detenida en 1942 y fallecida en Auschwitz a los pocos días de llegar a causa del tifus, según la versión oficial; él fue detenido algo más tarde y fue gaseado a su llegada al mismo campo al que fue llevada su esposa.¡ Auschwitz la muerte! Allá acabaron los tiempos en los en Issy – población a la que habían huido desde Paris- parecían vivir en una especie de sueño de una noche de verano, ya que la convivencia con las fuerzas de ocupación alemana no parecía revestir problemas: el marido , que dominaba el alemán a la perfección realizaba tareas de intérprete de los ocupantes y en donde la niña pequeña, Élisabeth, se convirtió en objeto de cariño y carantoñas de no pocos soldados de la Wehrmatch.
Tiempo le dio para poner a sus dos hijas, Dense y Élisabeth, en manos de una amiga, Julie Dumot, que se hizo cargo de ellas; un día, no obstante, dos gendarmes y un miliciano se presentaron en la escuela en busca de las dos chiquillas. La maestra las escondió y las entregó a la mujer que de ellas se hacía cargo, huyendo con ellas a Burdeos, allá las condujo a un pensionado de monjas católicas, en donde estuvieron escondidas y con nombres falsos-que ocultasen sus raíces- , nombres a los que ellas no se acostumbraban con facilidad . Allí estuvieron hasta 1944 momento en el que hubieron de ser acogidas en domicilios particulares. Al concluir esa situación de clandestinidad, tras la Liberación, tanto el banco del que su padre era directivo como la editorial Albin Michel se hicieron cargo de su escolaridad hasta que las chicas alcanzasen la mayoría de edad. Élisabeth fue acogida en casa de un abogado, y Dense en un pensionado católico. Durante todo el cautiverio las niñas guardaron como oro en paño algunos objetos familiares que su padre les había entregado, entre ellos un cuaderno con las iniciales I.N. que luego resultaron ser los manuscritos, incompletos, de la exitosa y polémica novela de su madre: Suite francesa. Tras llegar a Paris la esperanza de las muchachas seguía en pie, y sus visitas, con carteles en los que constaban los nombres de su madre y de su padre, no cesaron a laGare d l´Est y al Hotel Lutétia por ver si sus progenitores llegaban de la deportación,.
Más adelante la menor, casada y con el apellido de su marido, Gille, se convirtió en editora, traductora y escritora, hasta su muerte en 1996. A su madre dedicó una sintientebiografía ( Irène Nemirovsky. El mirador : Memorias soñadas . Circe, 1995); la obra fue galardonada el año se su publicación original, en abril de 1992, con el premio literario de Wizo. Cuatro años más tarde publicó otro libro que es que ahora ha publicado Nocturna Ediciones: Un paisaje de cenizas , novela que fue premiada con el Gran Premio de las lectoras de Elle, convirtiéndose en finalista al Goncourt, descartándose al final debido a su fallecimiento.
Con claros tintes autobiográficos la novela relata las peripecia de una niña judía de cinco años- ha de subrayarse que bautizada en la religión católica- , Lea, llega a un internado religioso para ser escondida. La niña se muestra reservada, arisca y díscola tanto con las monjas como con el resto de internas. Lea se mostraba insolente y se campaneaba, de continuo, de su anterior modo de vida, realmente acomodado, lo que rebotaba a todas las que la trataban ( no está de más señalar cómo en la biografía de su madre a la hora de relatar los tiempos de su nacimiento en marzo de 1937 se lee que le rodeaban « las criadas, la nodriza, ama de llaves, camarera, cocinera…» ); en fin, como decía el otro, no se piensa del mismo modo habiendo nacido en un palacio que en una chabola. Ante las dificultades y falta de cumplimiento de las estrictas, y humildes, normas del internado, las monjas encargan a una chica más veterana, para que le sirva de guía; desde entonces Bénédicte y Lea se convierten en uña y carne, La complicidad es estrecha hasta el punto de que la pequeña acaba haciendo que la mayor sirva de tapadera a muchos manejos ocultos tramados por la niña que realmente se muestra maniobrera hasta límites insospechados. « En el fondo, esa niña no sabía nada de sí misma , nada de sus orígenes ni de su identidad . No era más que tierra quemada , un paisaje de cenizas circunscrito a las fronteras huidizas de una forma humana por la fuerza magnética de ese imán que para ella representaba Bénédicte ».
Diferentes visitas realizadas por la policía con el fin de hallar niñas judías, s saldaron , no sin dificultades y extraños silencios, por la niña al ser preguntada por su nombre y el paradero de sus progenitores. Lea se preocupa por el destino de sus padres, esperando siempre que volverían en su busca, recuperando así su acomodado modo de vida en el que había vivido con ellos. La cosa adquirirá dimensiones más extremas cuando la niña pasa a vivir en casa de los padres de Bénédicte que le cogen, a pesar de lo que la niña se muestra reacia al trato afectivo. En secreto, la niña hace acopio de materiales gráficos sobre los campos de concentración y escucha, a escondidas, la radio , enterándose así de todos los datos que le habían sido ocultados por todo dios. .Ciertas escapadas, novillos en hora escolar, de la niña, con el conocimiento de su cómplice Bénédicte, para acudir a las sesiones de diferentes juicios a los colaboracionistas y responsables de la persecución de los judíos, hacen que al final la situación estalle ante la ira de la niña por exigir , en público, la condena de los acusados que por los general salían librados; ella que estaba convencida de que eran los culpables de la desaparición de sus padres; hasta llegó a congeniar, en base a mentiras y lloros ,con un juez que le ayudaba a hacer lo deberes. El caso es que descubiertas las escapadas, son expulsadas del colegio. Los atónitos padres , gente liberal y comprometida, se culpabilizan por haber ocultado a la chiquilla la verdad del destino, casi seguro, de sus padres y acaban comprendiendo la actitud de la muchacha y de cómplice hija.
Solucionado el entuerto, las muchachas son enviadas a Paris a cursar estudios y allá ellas se sumergirán en el ambiente de la época, y en el compromiso en las juventudes comunistas, en las que las intervenciones discordantes de Lea, traerá por la calle de la amargura a los responsables de la organización, cuando oyen a la muchacha poner en duda la heroicidad del pueblo francés ante el ocupante germano ( resabios de las posturas críticas que su madre, Riere Nemirovsky, dejaba ver en su Suite francesa). Desde su llegad, no obstante, Lea no dejará de frecuentar las estaciones y hoteles en los que eran recibidos los deportados, con la vana esperanza de reencontrase con sus padres.
Cafeterías, balies-a los que Lea, al contrario que su amiga, no era nada aficionada- y muchas lecturas y canciones ( George Brassens, Boris Vian, Jean-Paul Sartre…); y en los ambientes del quartier latin, y las aulas de la Sorbona, Lea llegará a flipar con los cursos de Vladimir Jankélevitch, profesor de ética, con cuyas enseñanzas llegará simpatizar y del que se convertirá en acérrima seguidora.
Al final, casi haciendo buena la canción del bardo de Séte, y mutatis mutandisil n´y a pas d´amour heureux.
Una contundente novela en la que se rastrea en la búsqueda de una identidad perdida, y ocultada; se hurga en la reconstrucción de los hechos y en la que la amistad cobra carta de naturaleza. En fin, una novela de la hija pequeña de la gran escritora Irène Nemirovsky…que da sobradas muestras de que de raza le viene al galgo; en este caso a la galga, en femenino.

Reflexiones sobre “El tráfico de las mujeres” y el feminismo blanco



Rebelión


Tras leer el famosísimo trabajo de GayleRubin, “El tráfico de mujeres: Notas sobre la economía política del sexo” no pude evitar hacer algunas observaciones en contraste con las teorías decoloniales propuestas por Maria Lugones, en especial sobre la Colonialidad del género. A continuación haré unos breves señalamientos sobre algunos puntos que llamaron mi atención.GayleRubin, en su ensayo del tráfico de las mujeres hace un sondeo en distintas civilizaciones buscando encontrar las raíces del patriarcado y la opresión de las mujeres.Desde aquínace el sistema sexo/género que ella propone. Rubin observa esas experiencias bajo los lentes Marxistas, Engelianos, Freudianos y Levi-Straussianos para hacer su análisis.
De acuerdo a Rubin, el sistema sexo/género es “el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas”.A través del Marxismo se evidencia que el trabajo dómestico de las mujeres funciona como una base desde donde el capital extrae su plusvalía. También son las mujeres quienes reproducen al trabajador y así sostienen al capital. Aunque el Marxismo da muchas luces, GayleRubincontinúa indagando más a profundidad los orígenes del patriarcado en sociedades pre-capitalistas no europeas.Rubin demuestra una inconformidad con la mirada al sexo únicamente es su calidad material como proponía el Marxismo, sino que busca explorar más el producto social de estas relaciones(Engels) y encuentra conexiones entre las formas históricamente y culturalmente diversasen que las mujeres han sido traficadas por sus funciones biológicas reproductoras y arreglos sociales/culturales.Tras un extenso recorrido enla teoría freudiana, Gayle señala al psicoanálisis como cómplice en proveer un mecanismo científico que justifique la normalización de la heterosexualidad y que reafirme el “dimorfismo sexual” construido hasta entonces. Sin embargo, también reconoce valor de las contribuciones de Freud en traer el tema de la sexualidad en tema de debate y como posible instrumento para abrir un dialogo sobre las políticas de la economía basados en la heteronormatividad, la institucionalidad de la familia y la sexualidad de las mujeres.
Rubin en su ensayo sobre El trafico de Las mujeres, da con la siguiente conclusión:
“Personalmente, pienso que el movimiento feminista tiene que soñar con algo más que la eliminación de la opresión de las mujeres: tiene que soñar con la eliminación de las sexualidades y los papeles sexuales obligatorios.
El sueño que me parece más atractivo es el de una sociedad andrógina y sin género (aunque no sin sexo) , en que la anatomía sexual no tenga ninguna importancia para lo que uno es, lo que hace y con quién hace el amor.”
Para empezar mi análisis tras este recorrido a grandes rasgos del trabajo de GayleRubin, me permitiré utilizar la misma sana irreverencia con la que María Lugones comienza su trabajo en “ Subjetividad esclava, colonialidad de género, marginalidad y opresiones múltiples”: No hay despatriarcalización sin descolonización que no sea racista.
GayleRubin es incapaz de concebir la opresión de las mujeres desde una concepción que no sea universalizadora sobre el sujeto mujer. El abordaje de Rubin sobre como la liberación sexual es un eje para combatir la opresión de las “mujeres”, es completamente ciego a las dinámicas interseccionales ni a las estructuras coloniales que han determinado la racialización, el sexismo, la negación del ser y la jerarquización y re-organización del mundo. “Necesariamente los indios y negros no podían ser hombres y mujeres, sino seres sin género. En tanto bestias se los concebía como sexualmente dimórficos o ambiguos, sexualmente aberrantes y sin control, capaces de cualquier tarea y sufrimiento, sin saberes, del lado del mal en la dicotomía bien y mal, montados por el diablo. En tanto bestias, se los trató como totalmente accesibles sexualmente por el hombre y sexualmente peligrosos para la mujer. "Mujer" entonces apunta a europeas burguesas, reproductoras de la raza y el capital.”Afirmó Maria Lugones. El sistema sexo/género de Rubin sólo es aplicable a aquellos seres a quienes la colonia no les negó su sexualidad, aún si fuese solo en su forma heterosexuada.
Rubintampoco hace un cuestionamiento acerca de quien se habla cuando se habla de las “mujeres”.En su búsqueda por los orígenesdel patriarcado, asume particularmente eso: que existe tal cosa como un “patriarcado”(Aunque ella se resista a usar ese término) que ha sometidoa todas las mujeres por igual. Este acercamiento no permite evidenciar las diferencias y las alianzas que las mujeres blancas burguesas tranzaron con los hombres blancos para subyugar a aquellxs “otrxs”, ni la colonialidad moderna que aun opera hoy.
Otra observación sobre el abordaje de Rubin sobre “el génesis del patriarcado” es el rastreo históricoque ella hace. Aunque hace un esfuerzo por nombrar ejemplos de sociedades no Europeas, aún esto no responde al desafío de contrarrestar la linealidad eurocéntrica de la historia de la ¨humanidad” y responde al relato de la modernidad. Esto es a lo que Enrique Dusselllamaria el ¨Paradigma Eurocentrico”.
Como conclusión, podría decir que el feminismo “blanco” tiene aún muchos abismos epistemológicos centristas y hegemónicos dados particularmente por su posición de privilegio. Estos abismos vienen desde lo que DonnaHaraway nombraría como conocimiento situado. Un feminismo nacido desde la mirada periférica –desde las mujeres afrodescendientes, indígenas, pobres, etc.- producirán conocimiento que no responderá a la misma lógica del “amo” por su condición de sujetos epistémicos privilegiados.
Bibliografia· Lugones, María (2008) “Colonialidad y género”. Tábula Rasa, Nº9, Pp 73-101
· Lugones, María (2010) “Hacia un feminismo descolonial”. Hypatia. Vol. 25 Nº4
· Enrique Dussel - Europa, modernidad y eurocentrismo.enriquedussel .com/txt/1993-236a.pdf
· Rubin, Gayle (1998). “El tráfico de mujeres: notas sobre la “economía política” del sexo, en Marysa Navarro y Catharine R. Stimpson (compiladoras) ¿Qué son los estudios de mujeres?, México: Fondo de Cultura Económica, pp.15-74.
· Sandoval, Chela (2004). “Nuevas ciencias. Feminismo cyborg y metodología de los oprimidos” en Otras inapropiables. Traficantes de Sueños. Madrid. Pp. 81-106. Disponible en: http://doctoradosociales.com.ar/wp-content/uploads/otrasinapropiables.pdf.